Un continuo temporal

Un continuo temporal

El año 2016 toca a su fin. Para nuestra familia: mi mujer, hijos y nietos, fue un año bueno: trabajo, estudios, negocios, marcharon a un ritmo aceptable que podría ser mejorado en el futuro inmediato. Satisfacciones y esperanzas quedarán unidas, el 31 de diciembre de 2016, con el 1ro. de enero del 2017. En la sucesión de minutos que atan la vida, 2016 y 2017 son un continuo temporal. Ese “continuo” es el alojamiento tridimensional de nuestra existencia. Tal vez sea el momento de dar gracias a Dios por todos los bienes recibidos durante el año que termina. Son muchas las personas que han sufrido trastornos terribles: en Siria, en Ucrania, en Haití y muchos otros lugares.
El sólo hecho de poder sentarte a la mesa acompañado de tu familia, es ya un privilegio, un índice de buena fortuna. Aquello que parece “lo más natural del mundo”, un suceso cotidiano repetido en millones de hogares de clase media, no es tan natural, ni tan frecuente como queremos suponer. La buena salud permite consumir con alegría las comidas navideñas; la armonía en la convivencia social nos deja digerirlas sin sobresaltos. No todas las personas gozan de salud física; no todos los países disfrutan de paz; no todos los padres de familia están empleados; no todas las economías nacionales crecen.
Se ha dicho que la institución social llamada familia está hoy gravemente amenazada. Los cambios culturales de nuestra época han transformado el marco de referencia en que antiguamente florecía la familia. Estos cambios son tecnológicos, urbanísticos, laborales, ecológicos, educacionales; se han modificado las costumbres sexuales. En las últimas décadas hemos visto cambiar la escala de valores vigente en el mundo. Hay una nueva “tabla estimativa”. Mientras los viejos dan gracias a Dios al brindar durante la cena, algunos jóvenes se inyectan drogas narcóticas.
Las generaciones conviven superpuestas en el mismo tiempo histórico. Son contemporáneas pero no coetáneas. Las edades separan más que las ideologías o las religiones. El motivo básico es axiológico; no aprecian los mismos valores; no están interesadas en parecidos asuntos. Sustentan divergentes estilos de vida. Jóvenes y viejos ven de modo distinto los sucesos colectivos, los gozos personales, las cenas para despedir el año viejo.

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