Un controversial desfile dominicano en New York

Un controversial desfile dominicano en New York

Durante muchos años la comunidad dominicana en la ciudad de New York viene celebrando un tradicional desfile en el cual los denominados “ausentes” evocan los sentimientos patrios, marchando ordenadamente por la 6ta. Avenida de esa gran urbe, en la cual se estima que viven más de trescientos mil compatriotas.
Esta parada es planificada por un comité de dominicanos en donde figura el Instituto Duartiano como uno de los principales organizadores de la misma. Sin embargo, este año la misma tuvo grandes contratiempos que finalmente fueron superados, pero que trajo un gran desasosiego, ya que se pensó que una concejal haitiana en conjunción con el Alcalde de New York, Bill DiBlassio, apoyados por la organizadora María Khoury, quien secundó al Alcalde, sugirieron incluir una delegación de funcionarios haitianos en el Desfile Dominicano, a lo que se opusieron, tanto el Instituto Duartiano como otros promotores del evento. Pretender unir dos pueblos con cultura, religión e idioma diferentes, fue no entender que el agua y el aceite no se mezclan aunque los viertan en el mismo recipiente.
El argumento de los opuestos a la participación de haitianos era que este desfile era de dominicanos y no de la Isla Hispaniola, en donde sí hubiesen sido comprendidos los habitantes de la parte Oeste de la isla. Esta inclusión según los convocantes, podría traer graves enfrentamientos entre los ciudadanos de estos dos limítrofes países, ya que últimamente en el país, a raíz de haberse votado la Sentencia 163-14 que permitía la regularización de los haitianos nacidos y residentes en la República Dominicana, se ha notado un enorme incremento de nacionales haitianos en territorio dominicano, ya que la casi inexistente frontera es violada a voluntad.
En esta ocasión, el Alcalde y otros funcionarios pretendieron enrostrarle a los organizadores y de refilón a todos los dominicanos, que el rechazo se originaba por un prurito racial ancestral, que se remonta a la ocupación de Haití por veintidós largos años del territorio dominicano. En ese entonces, Haití poseía un poderoso ejército que hasta enfrentó con éxito al general Leclerc, enviado por el emperador Napoleón Bonaparte a someter esa próspera –en ese entonces- colonia francesa.
Nueva York es una ciudad multirracial y cosmopolita, en donde todos los años varias comunidades de países extranjeros, celebran un desfile o parada como la denominan los patrocinadores. En ese sentido, existen paradas de italianos, irlandeses y de judíos entre otras. Qué ocurriría, por destacar un ejemplo, si en el desfile de los judíos se pretendiese el alegato que por ser vecinos, se incluyan a los palestinos. Creemos que la Guerra de los Seis Días se hubiese quedado corta por la confrontación sangrienta que de seguro ocurriría.
Debemos reconocer que, no obstante Haití ser “un estado fallido” desgobernado por una casta depredadora, sus diplomáticos tienen una mejor preparación que la “fábrica de botellas y hasta de botellones” que produce nuestra Cancillería, en donde su titular se especializa en ejecuciones de obras y pingües negocios que le ocupan su tiempo, dejando los asuntos diplomáticos a los reclutados de su partido político.
Nosotros estudiamos en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la Universidad de París, en donde se dio el hecho que tres estudiantes élite haitianos fueron contratados por iniciativa del presidente de Guinea, Ahmed SékouTouré, para impartir clases de derecho internacional en la universidad de Conakri en el año 1966. Tres años después, me los encontré de nuevo en París, habían sido dados de baja por creerse, que como provenientes de América, eran superiores a los guineanos. Ese racismo lo heredaron de las confrontaciones con los mulatos que al inicio de su independencia en 1804, constituyeron la clase dominante.
Siendo estudiante de la Facultad Internacional para la Enseñanza del Derecho Comparado, hicimos amistad con un brillante abogado haitiano de nombre Louis “Lulú” Lamarre, cuyo bufete profesional a su muerte, fue dirigido por Mireille de Bertin, quien al aspirar a la presidencia de la República, fue asesinada por los esbirros de Jean-Bertrand Aristide, el 28 de marzo de 1995. Su hija, Sarodoj Bertin, fue enviada a la República Dominicana y posteriormente representó Haití en el concurso de Miss Universo.
Afortunadamente todos los malos presagios se diluyeron y la sangre no corrió al río, pudiéndose realizarse el Desfile Dominicano con todo su esplendor, participando de manera preponderante el Alcalde DiBlassio, artistas, grupos folclóricos y hasta un grupo de policías dominicanos.

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