POR MELANITA EMETERIO
Hace un buen tiempo, más de una década quizá, hurgando en la Narrativa Yugulada del escritor dominicano Pedro Peix, encontré dos cuentos del también escritor y periodista Ramón Marrero Aristy. Hasta ese momento sabía de este autor esencialmente por su bien recordada novela Over la cual lo ha inmortalizado como gran novelista, quien perdió la vida en 1960 fruto de un supuesto accidente de los que solían ocurrir en el accionar de la dictadura de Rafael L. Trujillo.
Los cuentos que encontré en la citada antología, fueron los siguientes: En Busca del Enganche, y Mujeres . Cuando vi este último, no vacilé en leerlo de inmediato, pues no era un título muy proliferado en la literatura masculina especialmente como tema central, y me interesé por el tratamiento que iba a ser dado al tema.
El cuento Mujeres, tiene como escenario un campo de la Región Este del país. La historia de la que trata, es contada por un niño el cual es un narrador omnisciente. Las protagonistas son tres mujeres y un hombre, el cual es un personaje pasivo, pues no actúa en el escenario donde se cuenta la historia, pero tuvo una actuación estelar en lo narrado.
El argumento es el siguiente: Había una junta campesina que se organizó para sembrar maíz. De los hombres que participaban de la actividad, algunos llevaron niños que podían realizar tareas dentro de la siembra, otros fueron con sus mujeres para que cocinaran. Mientras ellas están en esa labor, hay un niño de 10 años que está asando una batata, y a la vez escuchando atentamente la conversación de las mujeres. La presencia de este pasa desapercibida para ellas quienes siguen animadamente cocinando mientras relatan historias pasadas sobre sus amores. Una de estas mujeres relató la historia de violencia, los golpes recibidos de parte de su exmarido, el cual era muy celoso, pero solo daba para la comida.
La mayor de las tres, una mujer viuda, se refirió a la forma en que ella perdió la oportunidad de conseguir un buen trabajo. Se lamentó de que la falta de experiencia la llevara a dejar una buena oportunidad en la capital, pues se dejó llevar de su enamorado, y se fue con él. La más joven de estas mujeres tenía 19 años y se llamaba Tatita. Ella cuenta la forma en que tuvo su actual marido sin tener amores con él, pues en una ocasión en que fue a buscar agua, aprovechó y se bañó desnuda en la chorrera, pero ella no sabía que el hombre la estaba mirando mientras se bañaba sin nada de ropa. Tatita se asusta y lo reprende, pero este se incomoda, la sugestiona, la golpea, y le dice que se tiene que ir con él. El cuento termina con esas explicaciones dadas por Tatita para convencer a sus amigas del por qué tuvo que casarse con Julito. Es en ese momento en que los hombres vienen de regreso, y ya se para la conversación.
En esta narrativa, el autor usa como pretexto una junta en el Arrollo para presentar las historias de violencia de unas mujeres que aunque se desenvuelven geográficamente en el campo, son arquetipos de la mujer dominicana en sentido general. Este cuento es una recreación de las relaciones de poder de la que está precedida la violencia de género e intrafamiliar. Aquí, aunque estas mujeres tienen historias comunes de violencia, es Tatita la única de las tres a la que el autor del cuento da un nombre propio, a las demás solo las describe físicamente. Tatita es curiosamente la que encarna la historia con el cuadro de violencia más completo, y de mayor dimensión si analizamos que se vio obligada a unirse a un hombre sin haber vivido la fase de ilusión y enamoramiento propios de su juventud antes del casamiento. Quizá sin proponérselo el autor, está aplicando una técnica cualitativa a través de que las mujeres entran en confianza y se cuentan sus historias, historias de vida que permiten ver el círculo de control y subordinación que es común en muchas mujeres.
Las historias de vida ayudan mucho para un análisis cualitativo de la violencia de género. Sonia Moro, en un articulo del libro Con el Lente Oblicuo hace referencia a la historia oral considerándola como un camino para visibilizar a las mujeres. La historia oral permite la reconstrucción de las vidas, los episodios o coyunturas en que los testimoniantes han participado, aportando no solo la información sobre algún acontecimiento, sino además, una mirada personal ante esos hechos, y sobre si mismas
Las obras literarias son producto de la ficción, pero muchas de ellas por sus grandes niveles de verosimilitud, permiten hacer analogías entre lo real y lo inventado por la imaginación creadora. Luz María Rivas en un artículo publicado para la Revista Estudios Literarios Voz y Escritura señala que el discurso literario entonces organiza e interpreta lo real, le da coherencia y produce en el texto un efecto de la realidad.
El cuento Mujeres asumido como trasunto de la realidad constituye una excelente descripción del modelo cultural que permea la violencia intrafamiliar y de género, y su lectura y reelectura nos impide verlo como ficción, pues no ocurre aquí lo que considera Maud Mannoni, en su libro Virginia Wolf y la Feminidad, al decir que lo imaginario debe ponerse un disfraz para evitar coincidir demasiado abiertamente con la realidad Esta producción de Marrero Aristy se constituye en una denuncia de lo que es actualmente uno de los mayores problemas sociales de la República Dominicana: la violencia intrafamiliar, que es en las mujeres la tercera causa de muerte.
Consciente o no, en Mujeres, Marrero Aristy proyecta asomo de sensibilidad o curiosidad respecto de problemas de las mujeres a pesar de ser este un asunto subvalorado socialmente. De la sensibilidad de algunos hombres respecto de la situación de las mujeres ha habido precedentes que corresponden a diferentes épocas. August Bebel, pensador socialista alemán, publicó en 1879 una obra titulada La Mujer y el Socialismo en la cual apuntó que A ellas les están prohibidas muchas de las cosas que les están permitidas al hombre, toda una serie de derechos y libertades sociales que goza este, son una falta o un crimen si ella los ejerce. Sufre como ser social y como ser sexual. Es difícil de decir en cuál de estas dos condiciones sufre más.
En Mujeres pone sobre la mesa de análisis de cuántas maneras la sociedad mutila las vidas de las mujeres incluso aquellas que hacen esfuerzos para sobreponerse pero caen vencidas ante la confabulación sociocultural que las doblega. Tatita, personaje esencial del cuento, dice que Dende hacia tiempo, Julito andaba tirándome puya, pero yo nunca había pensao en meterme en ná co n` él ni con naide. En mi casa no lo veían con malo s ojo, porque a mi pai tó se le diba en alabá lo trabajador que era y qué se yo y qué se cuando. Así pensaba Tatica, pero la sociedad la enajenó de su propio cuerpo, por eso al ser vista desnuda físicamente, cedió a la presión como si su cuerpo y de su voluntad, enteramente fueran de Julito, y del qué dirán, es decir, del modelo cultural. con sus prejuicios y subvaloración de lo femenino. Veamos: Dipué que un hombre – dice Tatita – ha vito a una encuera, ya se pué decí que la gobierna.
Aquí está planteada la fragilidad emocional en que la sociedad y la cultura colocan a la mujer sometiéndola a una obediencia que la saca de circulación.