Un cumpleaños gozoso

Un cumpleaños gozoso

Ni Alicia Balaguer Ricardo ni su vecina Ramona Noboa de Simó lograron cambiar la apreciación de Joaquín Balaguer sobre el recuerdo de su nacimiento. Pero Joaquín Balaguer era un animal político. Aceptó, con el paso del tiempo, salutaciones en el aniversario de su natalicio. Eran para él, un acto propio del ritual por el ejercicio del Poder Político. Casi maquinalmente recibía a funcionarios y conocidos y con imperceptibles palabras agradecía las felicitaciones. Cuando a las expresiones de congratulación era añadido un libro de magnífica edición, solía emocionarse como niño con juguete nuevo.

Reía, intercambiaba con fluido acento, abrazaba el libro. La transformación, cabe consignarlo, era lograda por el libro, nunca por el saludo. Porque fue un bibliófilo rematado tanto como lector asiduo.

Vibró de gozo, sin embargo, al promediar el decenio de 1980, en ocasión de una visita hecha con dos de mis hijas. María Isabel y María del Carmen eran dos bichos, la última, de unos siete años, el día en que ocurrió cuanto contaré. Él me había llamado en la mañana, para completar un encargo con motivo de un viaje que yo haría a Las Matas de Farfán. Debido a que el recorrido no se preparaba para ese día, acordé verlo al buscar a mis hijas en el colegio. Al entrar a la casa, Baní, servidor de la biblioteca, me recordó que “el gobierno cumple años”.

Decidí hacerme el loco. Saludé y me puse a sus órdenes, recordándole que las niñas acababan de salir del colegio y debían volver a la casa para almorzar. Ignoró mi comentario y me pidió me sentase para ofrecerme informaciones recibidas en relación con el caso que lo animaba. Pedí a María Isabel que se acomodara en mecedora cercana y a María del Carmen la acomodé en mis piernas. Ninguno contaba, sin embargo, con el moquillo. María del Carmen escuchó el comentario de que “el gobierno cumple años” y había preguntado a qué se refería Baní. Expliqué a mis hijas que muchos servidores de la casa llamaban “el gobierno” a Balaguer.

Apenas inició Balaguer su exposición, María del Carmen lo interrumpió para decirle que él no cumplía años. Traté de callarla. La vocecita había llamado la atención de Balaguer, que se dirigió a ella. “¿Por qué dices que no cumplo años?”. La pequeña arguyó que en su cumpleaños le comprábamos un bizcocho y “aquí no hay bizcocho”. Balaguer rió a mandíbula batiente y le dijo “pues dile a tu papá que me compre un bizcocho”. A ello ripostó la pequeña señalándole que era su papá quien debía comprárselo.

Balaguer rió con ganas por nueva vez. A seguidas llamó al general Luis M. Pérez Bello y le ordenó buscar un bizcocho. Por supuesto, lo impedí. Pero aquello provocó un largo conversatorio entre el Dr. Balaguer y mis pequeñas hijas, durante el cual, lo menos que hicieron fue cantarle el “cumple años feliz”. Balaguer cargó a María del Carmen y abrazó a María Isabel que, aunque chiquita también, era de más peso. Ambas lo pusieron a jugar el choque de manos y lo invitaron a jugar a la gallinita ciega. No lo tornaron un muchacho porque la prudencia me indicó que debía impedirlo. Era el instante para hacer mutis y, a seguidas, hice salir mi parvada.

Preciso es decir a ustedes que viajé a Las Matas de Farfán sin conocer las informaciones que motivaron aquella visita. ¡Ni falta que hacían!  

Publicaciones Relacionadas

Más leídas