Un dato para la historia

Un dato para la historia

Río Piedras, Puerto Rico, calle Esteban González, 28 de diciembre, año 1964. -Padre, en nuestro país va a suceder algo que va a estremecer al mundo. Guárdeselo como un secreto de confesión.

Alto, mas bien flaco, con una canasta de pura nieve colgándole de su testa, el hombre no tenía aspecto de dominicano con sus penetrantes ojos azules metálicos. Habíamos ido a visitarlo sin anunciarnos porque vivíamos al otro lado de la calle, casi en la misma esquina de la avenida Universidad. Borinquen, la Isla del Encanto, se había convertido en una feria florida con motivo de las navidades. Su esposa nos invitó a un cafecito dominicano y su hermana, compañera de mi padre en la secretaría de Educación, nos brindó una raspadura de cardenales. Nos había recibido sin aspavientos, con esa amabilidad propia de los que han nacido en Quisqueya, a pesar de que ambas mujeres habían nacido en Cuba. Él había nacido en La Vega.

-El futuro de nuestro país va a depender de lo que sucederá en los próximos meses. Como usted reside en Washintong le voy a pedir que me sirva de mensajero. Me entregó un sobre Manila para llevarlo al Congreso estadounidense. Nos sentamos frente a frente, como si nos hubiéramos conocido toda la vida. Su cuñada se acomodó junto al asiento ocupado por mi padre y nos enfrascamos en una tertulia interminable. Sin darme muchos detalles nos habló del futuro inmediato, como si se tratara de una pitonisa. Sus conocimientos históricos de nuestra media isla eran extraordinarios. Esbozó sus argumentos como un profesor eméritus de Salamanca, como si se tratara de Fray Luis de León, después de haberse librado de la Inquisición.

-La Iglesia Católica nunca me ha comprendido- me lanzó como un tiro de escopeta recortada. Y entonces se dedicó a desgranar una por una las razones específicas de su argumento.

-Existe un país en América donde no parece haber ninguna esperanza. Este país es Haití.

Dependiendo de lo que suceda en nuestra patria en los próximos meses de este nuevo año, República Dominicana será el otro país sin esperanza. Estas palabras han permanecido esculpidas en granito en el fondo de mi subconsciente hasta el día de hoy, cuando estamos celebrando el primer aniversario de su nacimiento. Su nombre y apellidos: Juan Bosh Gaviño, el vegano más insigne que haya nacido en este país. Hacemos constancia de este dato histórico a los cien años de su nacimiento.

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