Un deber de todos

Un deber de todos

El mejor consejo que puede darnos la conciencia en momentos como estos es el de tomar camino hacia el centro de votación que corresponda a cada dominicano, con la firme decisión de echar el voto por el candidato que cada cual prefiera.

No debe haber, salvo aquellos casos de fuerza mayor, inevitables, razón alguna que pueda motivarnos a abstenernos de concurrir al llamado de este deber cívico.

Aparte de que el mandato constitucional impone que cada cuatro años renovemos los mandos concernientes al Poder Ejecutivo, también debe imponernos el cumplimiento de este deber la situación misma de la nación, deteriorada en sus aspectos más vitales.

Sabiamente, el legislador, y más que éste el constituyente, puso en hombros de los ciudadanos la responsabilidad de otorgar autoridad y representatividad. En alguna medida, esto hace al ciudadano arquitecto de su propio destino, siempre que, desde luego, estemos hablando del régimen democrático, en el cual estamos inscritos desde hace ya buen tiempo.

Para algunos ciudadanos, llenos de frustración por culpa de políticos que han distorsionado la naturaleza de su propio ejercicio, de su función en la sociedad democrática, movilizarse para ejercer el voto es servir de peón para favorecer los apetitos de poder de unos pocos, cuando en realidad, en el momento del sufragio, el ciudadano es el real amo, el que confiere o quita poderes según sea el sentido de su voto.

Los individuos de toda sociedad democrática son los amos por excelencia de la facultad de asignar poder y autoridad. Es una prerrogativa inherente a la función de cada ente político en pleno disfrute de sus facultades cívicas y derechos individuales. Por eso, en el ejercicio del voto es que el ciudadano enaltece su función en la sociedad.

-II-

En esta fecha, en absoluto orden, hay que acudir a las urnas de la manera más sobria y responsable, decidida y consciente. Ningún ciudadano en condiciones hábiles debería quedarse en casa y dejar en otros la decisión de elegir.

Hasta donde ha demostrado la Junta Central Electoral y han corroborado los delegados de los distintos partidos, el proceso para las votaciones de hoy ha sido montado con apego a las reglas, en base a decisiones de común acuerdo entre los miembros del tribunal y los representantes de los partidos. No debería aparecer, por tanto, ningún ingrediente que tuerza la ruta trazada, de efectuar unas elecciones limpias y transparentes y respetar sus resultados al pie de la letra.

A los delegados de las mesas electorales, por tanto, les corresponde actuar como facilitadores, para que cada ciudadano en ejercicio de sus facultades cívicas pueda ejercer el voto sin cortapisas.

En los recintos de votación no deben ni pueden presentarse situaciones que puedan alterar el orden y el curso de las votaciones. En esto tienen responsabilidad compartida los votantes, la Policía Electoral y los delegados de los partidos, y la fiesta cívica tiene que darse en orden.

Latinoamericanos como somos, y por demás caribeños, tenemos siempre en el ambiente la suspicacia de que alguien podría, eventualmente, intentar retorcer la expresión que se manifieste a través del voto. La experiencia nos dice que en cada elección que hemos celebrado, el fantasma del fraude, o ha merodeado realmente, o ha sido al menos acariciado en las mentes de los que lo repudian o de los que lo alimentan. De cualquier modo, las autoridades de la Junta y los partidos políticos están ahí y a ellos les corresponde despejar temores y dudas.

En fin, este 16 de mayo la cita es en los centros de votación para el ejercicio del deber indelegable de darle al país los gobernantes que administrarán el Estado desde el 16 de agosto de este año hasta el 16 de agosto del 2008. Que nadie en capacidad de votar se quede en casa.

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