Fue experto abogado, decidido luchador contra la dictadura de Ulises Heureaux (Lilís), por lo que fue apresado y desterrado en diferentes ocasiones. Luchó por adecentar las cárceles y ofrecer condiciones dignas a los presos. Desde las diferentes posiciones que ocupó en la judicatura trató de hacer cumplir las normas institucionales. Le adornaba un “gran espíritu de justicia”.
Sin embargo, las actuaciones públicas de Pablo Báez Lavastida (Panguí), no han sido registradas con amplitud en la historia. Los genealogistas sí consignan antepasados, matrimonios y descendientes.
Rufino Martínez en su “Diccionario biográfico-histórico dominicano 1821-1930”, es uno de los pocos cronistas que narran con detalles su oposición al régimen de Lilís y define su temperamento. “Fue la última expresión del espíritu vigoroso e independiente que caracterizó a la familia Báez. Por eso, aunque tuvo la profesión de abogado, de la que derivó el sustento de su familia, no se pudo sustraer a reclamos y atropellos de la política, que siempre ha de ir a parar, en nuestra tierra, a los hombres responsables y de opiniones libres”, escribió.
Puede leer: Montes Arache mostró valor en guerra de abril
“Sin poderlo, pues, evitar, estuvo de frente a Heureaux”, agregó.
En 1889 agentes armados fueron a su casa para arrestarlo y él se resistió. Le dispararon y por la intervención del gobernador Braulio Álvarez, que pasaba por allí, no fue asesinado. Pero le enviaron a prisión como en oportunidades anteriores y lo desterraron a finales de ese año.
Se acogió a garantías del gobierno y regresó, sin embargo, volvió a ser apresado en 1894 y no retornó a su Patria hasta que el dictador fue ajusticiado.
En la judicatura
Fue Procurador General de la República en 1901 y luego estuvo como juez de la Suprema Corte de Justicia, cargo en el que permaneció hasta pocos años antes de su muerte.
Báez Lavastida estaba emparentado con las más notables familias de la sociedad y, a juzgar por los asistentes a sus honras fúnebres, contaba con el aprecio de funcionarios, el alto clero y políticos influyentes. Monseñor Adolfo Alejandro Nouel, su amigo, presidió los oficios religiosos y al final abrazó “emocionadamente” a su hijo Damián.
A la ceremonia, en el convento de los Dominicos, asistieron además, el vicepresidente de la República Jacinto B. Peynado; Moisés García Mella, secretario de Estado de la Presidencia; Miguel Ángel Roca, presidente de la Cámara de Diputados, y los “presidentes de todas las cortes y tribunales de la ciudad, así como un gran número de abogados”.
Pablo Altagracia nació el 5 de abril de 1858, hijo de Damián Báez y Dolores Lavastida. Carlos Larrazábal Blanco consigna tres matrimonios, aunque en el tercero apunta que casó en “segundas nupcias”. El primero fue con Rosa Hageman, madre de sus hijos Carmen Irene, Dolores y María Genoveva.
Luego contrajo matrimonio con Clara Blyden, con quien procreó a Damián (Pachi), abogado. Y finalmente se casó con Josefa Otero Nolasco, “sin sucesión”.
Residía en la planta alta de la casa situada en la calle “Padre Billini” esquina “Arzobispo Meriño”, donde falleció el 16 de febrero de 1936. “Don Panguí se encontraba enfermo y había dejado de salir”, reportó el periódico La Opinión.
Se quebró su espíritu sólido, desapareció un ser excepcionalmente trabajador que se resistía, en 1934, a ser jubilado alegando que “todavía era un hombre y que consideraba la jubilación un acto humillante”.
No obstante, Trujillo solicitó la pensión el 27 de mayo de 1935, considerando que había “servido con celo durante largos años diversos cargos de la judicatura nacional, que había alcanzado una edad avanzada” y que se encontraba “en mal estado de salud y estrecha situación económica”. El Congreso acogió la petición y le asignó 100 pesos.
La calle
La calle Pablo Báez Lavastida fue asignada junto a otras de personalidades meritorias el 17 de febrero de 1974, en el sector Vietnam de San Lorenzo de Los Minas. La despojaron de los rótulos y en mapas y aplicaciones de tránsito, hasta le han cambiado el nombre al personaje: lo han bautizado como “Pedro”.