Un desliz injustificable

Un desliz injustificable

La Fuerza Aérea de la República Dominicana (FARD) celebró la XII Promoción de Cadetes asignándole el nombre del Mayor General Fernando A. Sánchez (a) Tunty, un compañero de correrías del hijo de Rafael L. Trujillo Molina, dictador que gobernó nuestro país por 31 años de pleno oscurantismo. Este “Canchanchán” de Rafael L. Trujillo, Hijo, al cual apodaban Ramfis, lo acompañó, en unión de Luis José León Estévez, (a) Pechito –en ese entonces esposo de la hija del dictador, Angelita– y otros canallas, a la Hacienda María en Nigua, provincia de San Cristóbal, en donde fueron ejecutados los participantes en el Tiranicidio ejecutado el 30 de mayo de 1961. Los vilmente acribillados el día 18 de noviembre de 1961, fueron: Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Modesto Díaz, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda y Luis Manuel Cáceres Michel (Tunty).

El acto de la FARD, el pasado jueves 12, contó con la presencia del Presidente de la República que viajaría ese día hacia Panamá y antes de abordar la aeronave solicitó al general Ramón Manuel Hernández, jefe de la FARD, una explicación por esta afrenta e insólito hecho, contestando éste que ya había aclarado la situación a la prensa.

De su parte, el Ministro de Defensa, almirante Sigfrido Pared Pérez, al querer justificar ese desacierto expresó: “hay personas en la historia que han tenido sus sellos, unos negativos y otros positivos”. Al parecer no justipreció esta vejatoria futilidad hacia los héroes nacionales y sus descendientes; ya que el nombre de ese homicida figuraba en la lista de los connotados trujillistas y no había motivo a error material sobre su nombre y su pasado criminal en el oprobioso régimen de Trujillo.

Ahora bien. ¿Cómo pudo el señor Tunty Sánchez burlar el impedimento de entrada al país y de paso evadir el peso de la justicia? Estando el que estas líneas escribe en Madrid, en las proximidades de la Puerta de Alcalá en la acera del Parque El Retiro, me encontré por azar con Guido “Yuyo” D’Alessandro, del cual no era muy amigo, pero sí de su hermano Niní. Sin embargo, habíamos mantenido contactos en el exterior cuando él, a punto de ser apresado por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), escapó del país hacia el exilio. Yuyo me convidó a una cafetería cercana en donde quería que conociera a un importante ciudadano de nuestro país. Para mi sorpresa, era Fernando “Tunty” Sánchez. Increpé a Yuyo por tener la osadía de introducirme ante este canalla que había participado en el fusilamiento de mi íntimo amigo Luis Manuel Cáceres Michel “Tunty”, y me retiré airado. Luego supe que Yuyo y su hermano Armando habían sido los artífices que hicieron posible que este abominable monstruo penetrara sin problemas en el país. Al parecer habían olvidado que el régimen de Trujillo había asesinado de manera cruel y brutal al hermano menor de ambos, Aldo, un imberbe apenas salido de la adolescencia.

Nos unimos pues, a las expresiones de repudio que han externado la Fundación Hermanos de la Maza, el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, el doctor Roberto Cassá y otras organizaciones que han rechazado este imperdonable desliz, lo cual demuestra, que todavía nuestras Fuerzas Armadas conservan los elementos esenciales que le inculcó su idolatrado ex comandante en Jefe, Rafael Leonidas Trujillo.

Aprovechamos esta ocasión para respaldar y de ellos considerarlo necesario, colaborar, con la creación de la Comisión de la Verdad que está patrocinando el Museo de la Resistencia. De haber existido ese organismo, gazapos provocadores como el que describimos, nunca hubiese llegado a suceder y si lo hubieran llevado a cabo, el desprecio y las sanciones no caerían en el olvido, porque ya lo hemos repetido hasta la saciedad: “quien pronto olvida, invita a la ofensa”. Es de lugar resaltar, que Tunty Sánchez murió en su cama y Pechito se suicidó. Ambos nunca fueron inculpados directamente ante los tribunales de la República, por los familiares a los cuales les desaparecieron sus seres queridos.

COLOFÓN: Algo similar ocurre, cuando nuestras calles y avenidas reverencian personas que no tienen merecimientos para que sus nombres honren una vía de las ciudades de nuestro país. El Congreso debe convocar a vistas públicas para que esta iniquidad sea corregida y los nombres de los ciudadanos merecedores sean ensalzados para la posteridad.

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