Un Día de las Madres frustrado por la política

Un Día de las Madres frustrado por la política

Una numerosa familia compuesta por siete hermanos, seis de ellos casados y uno divorciado, con 16 hijos, nueve de los cuales están casados y le han dado ocho nietos a sus padres, se reúnen para celebrar el día de las madres. Nada anormal en un país donde hay madres con 15 hijos y 30 nietos.

La familia a que nos referimos es típica en cuanto a que hay buenos y malos, ricos y pobres. El que está mejor posicionado financieramente, luce vestimenta de marca, zapatos finos, camisa de lino y un pantalón deportivo con buena caída. Es ingeniero, contratista del gobierno y muy ligado al partido en el poder. Además, es anfitrión de la fiesta y centro de atención.

Al más jodido se le ve el zapato arrugado, los pantalones cortos y unas medias de color que lucen ridículas. Es un idealista, teórico, rosca izquierda y con cara de frustración. Este trabaja como vendedor de seguros.

Las esposas no se quedan atrás. Aquí la cosa se complica porque la del adinerado quiere sobresalir y echarle vaina a las otras. Los chismes entre ellas son antológicos.

Pero no todo es extremo. Algunos de los hermanos no están tan jodidos pero tampoco tienen plata. Son profesionales, se fajan trabajando y viven más o menos bien pero con las limitaciones de un salario. Uno de ellos tiene un pequeño negocio de ropa y sucedáneos.

Ahora veamos qué pasa a la hora del almuerzo cuando un miembro de la familia bendice la mesa y felicita a las madres presentes.

Todo comienza cuando alguien pregunta sobre el elegante buffet y el anfitrión responde que se lo ordenó a una señora que prepara comida y que es muy conocida en medio gobierno.

Uno de los hermanos pregunta si la señora es carera y el jodido responde que eso no es problema porque todo lo paga el gobierno ya que así funciona entre la gente que está en el poder. El comentario atrajo todas las miradas de los comensales que se servían el buffet.

El anfitrión lo mira sorprendido y le dice que esos comentarios son típicos de los opositores al gobierno, que viven frustrados y viendo corrupción en todo. “Yo pagué esto de mi bolsillo”, dice gritando.

Otro de los hermanos le riposta que no hay que molestarse por eso ya que todos saben que la corrupción campea donde quiera que haya dinero público. Nadie recibe un contrato de obra sin pagar un 30% de comisión. El anfitrión, sintiéndose aludido e incómodo, le responde que eso está institucionalizado y sucede en todos los gobiernos.

El jodido dice que eso se llama robo. El anfitrión, explotando de ira, le pide al hermano que salga de inmediato de su casa ya que nadie lo llama ladrón en su cara. Este tira el plato con comida en el piso, coge a su mujer y sus hijos y sale disparado hacia la calle.

Dos de los hermanos, solidarios con el que se fue, hacen lo mismo dejando sus platos en la mesa, lo que genera en el ambiente un profundo malestar.

Las madres e hijos de los hermanos que se quedaron, se miraban sorprendidos y atormentados por el incidente. Nadie habló hasta que todos terminaron de comer y se retiraron con frías despedidas sin haber esperado el postre.

Así termina el día de las madres de una bella familia, con la mesa llena de comida, platos rotos en el piso, los regalos sin repartir y un odio difícil de superar. Y todo por un insignificante comentario político.

 

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