Un  día de sol para Gordon BROWN

Un  día de sol para Gordon BROWN

Comentario Editorial
El gran saludo de bienvenida a Gordon Brown está saliendo mejor que el prolongado adiós a Tony Blair. La deserción el martes del miembro del Parlamento “Tory” al Partido Laborista, corona un periodo impresionante para el canciller.

Hace solo unos meses, una transición estable y ordenada de Blair a Brown no parecía más que buenas intenciones. No había fin para la agria rivalidad que ha definido su gobierno durante la última década. Sin embargo, en realidad se ha producido un suave traspaso del poder.

En las semanas como primer ministro designado, Gordon Brown ha establecido su posición como un líder que escucha y aprende. Sin elecciones generales, o siquiera oposición alguna dentro del partido de gobierno, la espera no pareció nunca que sería el tiempo de las pruebas más duras, y durante el cual nunca enfrentaría preguntas sobre sus planes para Gran Bretaña.

Al contrario, hizo lo más que pudo por convertirlo en un ambiente favorable. Brown suavizó su imagen pública y esbozó la forma en que podría volver a empezar sin indicar una ruptura completa con el pasado.

Su enfoque es una mezcla delicada de cambio y continuidad. En la política interna señala que quiere resolver una vivienda asequible; cambiar el dinero extra que ya llueve sobre el servicio de salud en un suministro manifiestamente mejor; y garantizar que las personas tengan la educación que necesitan para prosperar en una economía globalizada, Internacionalmente, está a favor de una fuerte alianza transatlántica y la relación con Europa.

Sin embargo, un gobierno difiere de una campaña por el liderazgo. Poner en funcionamiento estas prioridades será difícil, y en ocasiones, impopular. Prometer miles de nuevas viviendas es más fácil que establecer el sistema de planificación para conseguirlas, por ejemplo. Igualmente, la vinculación positiva con Europa puede implicar decisiones que no se aceptan bien en el Reino Unido.

Brown también está defendiendo la participación en el gobierno de individuos destacados de otros partidos y de ningún partido. Este deseo de lograr consenso parece algo nuevo, pero hace eco del primer periodo de Blair, que presentó un comité conjunto con los Demócratas Liberales, y unos pocos empresarios designados como ministros.

El registro de Brown como un político que descansa en un pequeño grupo de colegas de confianza de mucho tiempo convierte su énfasis en la ampliación de la reserva de talento en algo inesperado y bien recibido. Pero una de las lecciones de 1997 es que el cambio de jefe de negocios a ministro de nivel medio puede resultar duro.

Estas notas de alerta no deben oscurecer el punto principal: que Brown ha salido de su periodo de transición muy bien. Si puede manejar su propia transformación de canciller en primer ministro, tan fácil y eficazmente como su sucesión de Blair en el No. 10 de Downing Street esta semana, será una figura formidable.

VERSIÓN AL ESPAÑOL IVÁN PÉREZ CARRIÓN

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