Un día para Gabina Alcántara

Un día para Gabina Alcántara

El día que Gabina   Alcántara cumplió los 70 años no habían refrescos rojos ni bizcochos. No estaba en casa. En vez de esperarla la tropa del cariño, esa que cada vez tiene que ayudarla a soplar más velas, ahí estaba el equipo de operación en el Hospital Plaza de la Salud encabezado por su sobrino, el doctor Luis Silverio Alcántara, presto a insertar una prótesis en sus rodillas. Al ver los serruchos y los martillos, Gabina preguntó que si ellos querían armar una casa con sus piernas.

Cuando accedo a la prensa me pregunto cómo es posible no informar más a menudo sobre mundos como el de ella, levantados con tanta dignidad, esfuerzo y amor. En su lugar, ahí están los peloteros hipermillonarios, el drama de triunfadores y derrotados, las medallas que tapan miserias, los trofeos que es como para decir venga el mar y me trague.

Viro la página y oigo las historias de Gabina. Aquél día en que su hermano Menando tenía que ser internado en Salud Pública y alguien le dijo que hablando con Peña Gómez podría conseguir una carta para tales finales. El compañero Peña llegando a la Casa Nacional y Gabina echándole una mano, y Gabina caminando con Peña, y la masa casi arrastrando a Gabina hasta que el compañero Peña se da cuenta de que esa mano lo ha soltado y que el rostro de Gabina casi se esfuma en la masa y entonces el compañero Peña ordenando que la dejaran pasar, que le hicieran la carta para su hermano Menando, hermano a su vez de Guaroa Alcántara, uno de los fundadores del PRD en la zona de Gualey y Guachupita.

Animosa, festiva, así es Gabina.

Gabina estaba tratando de entrar a la inauguración de una Feria del Libro, y el compañero que estaba en la puerta que no, que no puede pasar, y Juan Bosch entrando al local y saludando tan cariñosamente y preguntándole a Gabina que por qué no entraba, y la doña diciéndole que porque no tenía invitación, y don Juan, bien gallardo como siempre, tronando y centelleando, que cómo era posible que le hicieran eso a una señora, y el compañero que estaba en la puerta oh trágame la tierra, más pequeño que una hormiga, no sabiendo dónde ponerla, casi subiéndola al escenario.

Gabina Alcántara cumple años, motivo obligatorio para recordar sus luchas desde lo profundo de San José de Ocoa, sus ganas de estudiar, de tener un techo seguro, y oh los techos zinc, hojas zarandeadas por David y George, su paso por Nueva York y ese año de trabajo duro, las fábricas de media, el trabajo el casa, la manera en que de cada ocasión saca una planta, como aquella vez cuando cuidaba a Melina y de los alrededores de la casa de Ángela sacó un ramo y éste se convirtió en la palma más alta de todo el barrio de San Carlos, barrio donde Gabina vive al igual que parte de sus seres queridos.

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