Un diagnóstico difícil de refutar

Un diagnóstico difícil de refutar

La convicción que sobre las causas de nuestros males sociales expusieran este domingo siete sacerdotes consultados por este diario, tiene el peso de un diagnóstico difícil de desmontar. Corrupción multinivel, impunidad, degradación de la familia, violencia, individualismo y afán de lucro, entre otras, son causas que palpan a diario en sus respectivas parroquias los sacerdotes Abraham Apolinario, del Capotillo; José Luis Hernández, de Villas Agrícolas; Gregorio Alegría, de Los Mina; Ramón Suero, de Sabana Perdida; Nelson Acevedo, de Villa Mella; Leocadio Cruz, de San Felipe, y Mario Leonardo, de María Auxiliadora. En el seno de esos barrios la descomposición ha dejado  huellas indelebles en el seno de una familia cada vez más debilitada.

Quienes levantan la voz para tratar de desmentir la existencia de corrupción parecen ignorar que la prédica con el ejemplo siempre surte efecto. En el seno de los barrios, la impunidad que protege los actos indecorosos es una enseñanza terrible. El soborno y el macuteo que facilitan cualquier “papeleo” no puede darse si no hay una autoridad que lo exija o insinúe y un ciudadano que lo pague. Esta práctica no es exclusiva de una capa específica de la sociedad. Los párrocos tienen la oportunidad de estar en contacto  con los barrios y las circunstancias que dominan la vida de su gente. Por eso están en capacidad de dar un diagnóstico difícil de refutar.

Una “justicia” muy peligrosa

El linchamiento de  un haitiano y un dominicano en Azua, presuntos matadores y asaltantes de un joven de 18 años, agranda la lista de casos en que multitudes se toman la justicia por cuenta propia en una sociedad que se siente cada vez menos segura, menos amparada por la Justicia. En este suceso la multitud fue juez y ejecutora de su propia sentencia, en un “juicio” que pretende suplantar el papel de las instituciones que tienen a su cargo esta tarea.

De la manera más casual, estos sucesos violentos ponen de relieve lo que diagnostican siete párrocos capitalinos acerca de la descomposición social en que ha caído el país, y que inspira la primera de nuestras notas editoriales de hoy. La autoridad competente tiene que afinar sus instrumentos y hacer que la gente se sienta segura y confiada en que el crimen es, en cada caso,  debidamente castigado. De no ser así, estaremos condenados a este tipo de “justicia” tan dañina y peligrosa.

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