Con el alma rota, diciembre deshojó nuestro ánimo. Por encima de todo lo bueno que sentimos al estar en familia, la sangre de siete mujeres tiñó de luto unos días que debieron ser de alegría para todos: Arisleyda Rodríguez (23), Dabenlli Salomón (35), María Santos (34), Stephany García (31), María de Aza Núñez (27), Yamel Féliz Pérez (37) y Angerilis Marrero García (27) fueron asesinadas por hombres que entendieron que tenían el derecho de hacer con sus vidas lo que quisieran.
Irracionales, algunos de ellos se suicidaron después como si eso compensara la vida que se llevaron por delante, mientras que otros no pensaron ni en sus hijos que estaban delante.
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El último caso que hemos conocido es el de la boricua Angerilis, quien vino al país muy emocionada porque estaba esperando un hijo, noticia que no le agradó a su pareja, Luis Eduardo Terrero Gómez, quien la asesinó de ¡80 puñaladas! y luego llamó a la madre por vídeo para mostrarle el cuerpo de su hija ensangrentado.
Igual de inaudito es el caso de Yamel: hay una versión de que fue asesinada por negarse a bailar con su verdugo y otra de que fue por un roce: ¡6 balazos recibió por cualquiera de las dos cosas! Los demás feminicidios duelen igual. ¿Hasta cuándo moriremos porque ellos quieran?