Un doble crimen increíble

Un doble crimen increíble

Un individuo de nombre Noel Turbí Feliz, de apenas 30 años de edad, violó primero y luego asesinó a dos sobrinos suyos, de apenas dos y cuatro años, respectivamente.

La edad de las víctimas hace que el crimen sea aún más horripilante.

Agréguele a eso que los mató fríamente a puñaladas. Y que todos vivían en la misma casa. Además… ¡que eran varones, como él mismo!

Indudablemente que se trata de un enfermo, pero esto no puede servir bajo ningún concepto para defender al doble homicida.

Este crimen no puede quedar impune, y una de las formas en que sí puede quedar es extendiendo el tiempo en que el juicio se lleve a cabo, pues mientras más tiempo pasa más rápidamente se va olvidando o, cuando menos, perdiendo interés.

Calificar de horripilante este crimen no es suficiente. No tiene causa atenuante ninguna, y sí muchas (por no decir todas) agravantes.

Una de estas causas agravantes es que el tipo estaba drogado.

No puede haber cosa más horrible que el asesinato. Mucho más el de dos niños. Y si esto se agrega que el asesino se encontraba bajo el control de la droga, el crimen toma una característica sumamente importante.

Significa, pura y simplemente, que en nuestro país la droga es un producto al alcance de todo aquel que tenga dinero y haya sido dominado por el nefasto vicio. También que nuestras leyes no son lo suficientemente “persuasivas” para hacerles entender a los vendedores la barbaridad que están cometiendo; el daño físico y moral que están infiriendo a sus “clientes” y lo que de ello se puede derivar.

Siempre he sido partidario de que existan leyes verdaderamente fuertes contra los narcotraficantes. No una simple multa y seis meses de cárcel y… ¡a lo mismo! Porque el negocio deja pingües ganancias, las que permiten pagar las multas que sean.  Las drogas han desintegrado prácticamente numerosas familias de las clases media y alta.

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