Un domingo soleado

Un domingo soleado

Es un domingo soleado que la tragedia de Palestina quiere estropear después de una noche espléndida, desbordante de entusiasmo, festejando y reconociendo 9 prestigiosas figuras del Club Libanés  Sirio  Palestino en el 69 aniversario de la independencia del Líbano. Hago tiempo para asistir, como todos los años, al Convite Banilejo en el Mirador del Sur, convocado por esa crónica estupenda,  con sabor a mango, salida de la pluma exquisita de su promotor Fabio Herrera-Minino y el recordatorio que me hiciera a la salida del cine el banilejo Pablo Mc.Kinley.

Hago tiempo y me distraigo. El bombardeo sionista me perturba. Tomo un libro de la colección de Max Henríquez Ureña “Obra y Apuntes”  que  abro al azar en la  página  155  y me inspira  pergeñar el artículo semanal que comparten mis amables lectores en este momento. Ulises Hereaux ha sido muerto en Moca por una conspiración de valientes  que cobran, con su vida,  las muertes causadas  y el desastre  dejado por la tiranía. No es la primera ni la última muerte violenta que en suelo dominicano reciben los que despluman al pueblo y lo someten a la peor de las hambres, la  del conocimiento, como recordara Don Pedro Mir.  A Lilís le sucede el gobierno de Juan Isidro Jiménez, “un hombre honrado, proclamado por el pueblo,  el único que podría salvar la patria de la miseria y la corrupción”. “Muchos creían que con  la muerte del dictador  el país se convertiría en un desorden político; pero estaban en un error: una revolución seria y potente se levantó en toda la nación”. Fin de la cita y  de las ilusiones: mucho faltaría  para que esa revolución aconteciera – Abril de 65 – solo para ser aplastada por una nueva intervención imperialista aliada  de la oligarquía criolla explotadora.

La lección que nos deja la lectura de ese domingo de sol se las ofrezco en  palabras propias del autor: “Nuestra república ha pasado por un periodo agudo de 16 años de tiranía y miseria, sostenida por una política devastadora de todos los elementos buenos que había en el país, una política destructora de la riqueza, del bienestar y del progreso nacional…”. “Todo eso se debe a un hombre que se apoderó del poder para convertirlo en un festín al que acudieron muchos como buitres ávidos de presa… esos hombres son los que Vargas Vila, titán de la literatura, llamó los providenciales”.

Los tiempos han cambiado. Los modos de gobernar también. Ya no se avizoran en América Latina aquellos monstruos sanguinarios y violentos, adoradores de la tortura y la represión, aun cuando quedan vestigios. El método, más sofisticado, se cobija en nombre de la democracia representativa, la libertad de expresión y un poco de tolerancia que  a ratos se cansa y se resiste. Las redes sociales, la clase media, herida, y núcleos de juventud vigorosa, con nuevos conocimientos y determinación, han jugado un papel estelar. Se levantan. No precisan de providencialismos. De corporaciones políticas y alianzas clientelares. Quieren ser mejor gobernados: con mayor transparencia,  equidad y justicia social en un Estado Social de Derecho, como ordena la Constitución. Solo eso.    

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