Un dominicano generando esperanza

Un dominicano generando esperanza

Samuel Luna

Me levanté de madrugada, mi esposa ya estaba lista, esperándome con un rico café, nos sentamos a escuchar el silencio de la madrugada y a observar el desplazamiento de la oscuridad debido a la presencia matutina del sol caribeño. Sacamos las maletas, nos dirigimos hacia el carro, abrimos las puertas del carro y casi entrando noté que desde un árbol verde y frondoso un conjunto de palomas blancas nos observaban de forma tierna y cálida. Bueno, era ya el tiempo de salir hacia el aeropuerto internacional de Santiago; estaba muy emocionado por llegar a Michigan para encontrarme con mis hijos.

Al llegar al aeropuerto me dirigí hacia el punto de chequeo, de repente sentí un fuerte abrazo, no sabía quién me estaba tocando, giré por encima de mi hombro izquierdo, y ahí supe que era José Diloné, un amigo desde infancia, entrenador profesional de Basketball. Joselito es como un hermano y como un hijo para mi madre. Hablamos, nos abrazamos y me expresó que andaba con su esposa Jacquelin Marte-Diloné. De repente, pude observar un grupo de adolescentes que estaban esperando por Joselito, ahí me di cuenta que él, mi amigo, un dominicano con pasión y visión, había traído a la República Dominicana un equipo de Basketball de 22 adolescentes, eran de la ciudad de Lawrence, la cual está ubicada en el condado de Essex en el estado de Massachusetts de los Estados Unidos de América.

Al mirar este gran compromiso y delicado trabajo, le pregunté quiénes eran esos 22 adolescentes, me respondió con mucha energía y me externó que eran hijos de padres dominicanos, puertorriqueños y cubanos. Además, supe que el propósito de ese viaje era conectar a esos 22 adolescentes con sus raíces, con el origen de sus padres, con la realidad y los contrastes de la vida; hablando con ellos noté que eran niños Third Culture Kid (TCK), niños de tercera cultura; esto implica, que son niños que se han criado con una cultura diferente a la de sus padres o a la que le correspondería por la nacionalidad de su pasaporte, este hecho, hace que incluso en el país donde legalmente se les considera nativos se sientan extraños; si esto no se maneja de manera adecuada puede provocar en la persona un sentir de rechazo o de no pertenencia; desde el otro lado, si vemos las riquezas de ambas culturas, esos niños o adolescentes son los más indicado para ejercer un liderazgo internacional, su capacidad de entender el mundo y a las personas es mucho mayor que aquellos que solo han crecido en una sola cultura. Y justamente en ese contexto el deporte es muy clave, y esa es la razón que este dominicano, Joselito, en la ciudad de Lawrence está sirviendo como un embajador de la República Dominicana y representando parte del cuerpo de Dios en esta tierra. Diloné y su esposa Jacquelin, creen firmemente que el deporte se comunica con la juventud en códigos que ellos asimilan, la disciplina del deporte genera esperanza, quiebra la distancia creada por las naciones y por los prejuicios; además, aplasta el racismo y las barreras étnicas.

Joselito, como le llamamos, y su esposa Jacquelin, es una familia dominicana, apasionada y comprometida para cambiar vidas, construyendo y transformando adolescentes para proveerles un mejor presente y con éxito en el futuro. Fundar una organización como “Sueños Baskeball”, precisamente se necesita soñar en grande y con coraje. Para ellos, la meta de esa organización deportiva no es solo ganar juegos, también creen que lo más importante es construir el carácter y cambiar vidas. Decidí escribir de Joselito y su esposa Jacquelin, porque a veces andamos buscando héroes para seguir, y nos olvidamos que muchas veces esos héroes están con nosotros, están en el barrio, en el dolor de los olvidados, en el polvo de las calles, esos héroes, están detrás de la cortina, aquella cortina que nosotros muchas veces no nos atrevemos a deslizarla, debido a nuestro egoísmo y falta de visión. Quiero decir con fuerza que no todo es caos, en esta vida también hay esperanza, hay cambios positivos, hay hombres y mujeres serios y con cargas reales. Joselito entendió su destino y espero que muchos de nosotros podamos descubrir el nuestro. Una cosa debo resaltar, cuando vi a esos adolescentes pensé en mis hijos, no pude evitar el nudo en la garganta y el gozo que sentí por la obra transformadora que ellos están haciendo en esos jóvenes. Termino diciendo aquella frase que uso con frecuencia, no basta decir que un día el bien triunfará sobre el mal, debemos hacer que el bien triunfe sobre el mal.

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