Un dragón para el comercio, un águila para la seguridad

Un dragón para el comercio, un águila para la seguridad

POR JAMES BROOKE
TOKIO.-
En opinión de Shintaro Ishihara y otros aquí, Japón acostumbraba ser demasiado dócil y moderado, permitiendo a un arrogante Estados Unidos empujarlo en cualquier dirección. Ishihara fue uno de los autores del libro de altas ventas «El Japón que Puede Decir No», un llamado al endurecimiento nacional que sirvió de marco para el debate de política exterior aquí en los años 90. Una de las respuestas de Japón fue crear una relación próspera con China, le gustara o no a Washington.

Ahora Ishihara y nacionalistas japoneses como él están de nuevo en acción, pero en reversa. Es una China arrogante la que necesita recibir un no por respuesta, dicen; la alianza con Estados Unidos debería ser avivada.

El más reciente motivo de reagrupación involucra los derechos económicos sobre una gran franja del Océano Pacífico alrededor de un atolón japonés inhabitable 1,760 kilómetros al sudoeste de Tokio. Ishihara, ahora gobernador de Tokio, informó al Primer Ministro Junichiro Koizumi la semana pasada sobre un plan para cimentar la reclamación de Japón sobre los derechos oceánicos construyendo una planta de energía cerca de la isla de Okinotori y alentando la pesca comercial.

«Realizaremos actividades económicas ahí», dijo el gobernador. «No permitiremos que China diga nada al respecto».

Ese tipo de declaraciones rompe con el estereotipo de la política exterior de no hacer olas del Japón moderno y es más notable considerando la enorme apuesta económica que Japón ha hecho en China. Desde hace tiempo el destino principal de la inversión extranjera japonesa, China desplazó la semana pasada a Estados Unidos como el mayor socio comercial de Japón.

Pero el «ascenso pacífico» de China pone nervioso a Japón. Ha reaccionado basando su tibia relación con Estados Unidos en una alianza sólida como una roca. Un paso importante fue enviar tropas para ayudar a la coalición encabezada por Estados Unidos en Irak, superando profundas disputas sobre el despliegue en el exterior.

«El gobierno japonés se ha envalentonado en gran medida por el éxito percibido de la alianza con Estados Unidos en los últimos años», dijo Takashi Inoguchi, profesor de política internacional de la Universidad de Tokio.

Se ha perdido poco amor entre los dos titanes económicos de Asia. Japón cabildea ante Europa y Rusia para que no vendan armas avanzadas a las fuerzas armadas de China; China se opone a las aspiraciones de Japón de un escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU. China se molesta por las relaciones amistosas de Japón con Taiwán; Japón se pregunta por qué está dando ayuda a una nación que tiene un programa para llevar a un hombre a la luna.

Durante años, Japón reflexivamente pasó por alto cualquier fricción con China. Pero su paciencia quizá se haya agotado. En noviembre pasado, destructores japoneses ahuyentaron a un submarino chino de las aguas en torno a las islas más sureñas de Japón; en diciembre, Japón formalmente identificó a China como una amenaza militar potencial. Ignorando las objeciones chinas, Japón dio la bienvenida a Lee Teng-hui, ex presidente de Taiwán, en una visita el mes pasado, y el Dalai Lama es esperado en abril.

En los últimos 25 años, Japón ha proporcionado a China casi 30,000 millones de dólares en préstamos para el desarrollo, un hecho rara vez mencionado en la prensa de China. Durante sus cuatro años en el poder, Koizumi ha reducido la ayuda para el desarrollo a China a la mitad, y ahora está considerando suspenderla del todo: «Pienso que es época de graduación», dijo a reporteros recientemente.

Detrás de la nueva actitud de Japón está una nueva generación de políticos de posguerra, encabezada por Koizumi y Shinzo Abe, actualmente su más probable sucesor. Creen que la Segunda Guerra Mundial ya no debería afectar a las relaciones de Japón con sus vecinos. Pero ven en China una creciente poca disposición a permitirle seguir adelante.

La represión en la Plaza de Tiananmen en 1989 y sus consecuencias llevaron a muchos japoneses a concluir que el liderazgo chino pretende aferrarse al poder reemplazando al comunismo con un nacionalismo distintivamente anti-japonés. Sondeos entre adolescentes y adultos jóvenes chinos los revelan mucho más anti-japoneses que sus padres y abuelos.

Esas actitudes y la inclinación de China en favor de los hijos varones, lo cual para el 2020 podría producir una población con 40 millones más de hombres jóvenes que de mujeres jóvenes, pudiera ser una combinación combustible. Una probada del peligro lo ofreció un partido de soccer entre China y Japón en agosto pasado en Pekín. Los fanáticos chinos gritaban «pequeño Japón, insignificante Japón» ante las cámaras de televisión y luego se amotinaron después del juego, quemando banderas japonesas y escupiendo a los fanáticos japoneses.

Muchos japoneses sospechan que las autoridades chinas permiten esos incidentes como una forma de dejar escapar el vapor en una sociedad políticamente cerrada. «Las masas perciben que pueden hacer cualquier cosa cuando Japón es el blanco», escribió Yoichi Funabashi, principal columnista de asuntos exteriores de Japón.

Ma Licheng, académico chino independiente, escribió en la revista Japan Echo: «El hecho es que China no tiene nada que temer de Japón actualmente; en realidad, son los japoneses quienes ven a China con ansiedad. La doctrina de la »amenaza china» está echando raíces gradualmente en Japón».

Líderes japoneses hablan cada vez más de la relación con Estados Unidos como abrumadoramente importante. «El futuro de Asia será decidido por el equilibio bilateral entre China y la alianza entre Estados Unidos y Japón, no un equilibrio trilateral entre los tres países», dijo en entrevista Hisahiko Okazaki, diplomático japonés retirado. «¿Cuál serña la política hacia China de Japón en el futuro? Fortalecer la alianza entre Estados Unidos y Japón. ¿Qué hacer sobre Corea del Norte? Fortalecer la alianza entre Estados Unidos y Japón».

La naciente dinámica con China a menudo es descrita aquí como «política fría, economía candente». Unas 18,000 compañías japonesas tienen operaciones en China ahora, alrededor del doble que hace una década. Matsushita Electric Industrial, matriz de Panasonic, espera contratar a más graduados universitarios chinos este año que graduados japoneses.

Pero a los líderes empresariales japoneses les preocupa que las frías relaciones políticas y la hostilidad a nivel de la calle estén socavando el atractivo económico de Japón en China. Más allá de llamados esporádicos a boicots sobre los productos japoneses, ven una amenaza para los grandes contratos. El otoño pasado, un pedido de trenes de alta velocidad fue reducido a 1,000 millones de dólares, la mitad de la cantidad esperada, después de que una campaña por Internet protestó por el «involucramiento de Japón en la industria ferroviaria de China». Funcionarios en Pekín ordenaron que el sitio Web de protesta fuera cerrado.

A largo plazo, las trayectorias económicas de los dos países son claras. Salvo catástrofes, «China se convertirá en el único líder en Asia, con Japón como un subordinado importante», advirtió Toyoo Gyohten, un líder empresarial japonés, en un discurso el otoño pasado.

Gyohten cuestionó la sensatez de antagonizar con China por el resentimiento por la actitud china durante la Segunda Guerra Mundial. «Muchos japoneses creen que ya se han disculpado», dijo. «Pero yo, por mi parte, creo que deberíamos disculparnos tantas veces como sea posible».

Pero para Koizumi, Ishihara y su generación, hay un estatuto de limitaciones en el arrepentimiento. Como dijo en entrevista Jeffrey Kingston, director de Estudios Asiáticos en la Universidad de Temple en Japón: «Este es un Japón que ya no se acobarda».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas