Un Duarte olvidado:
Derrumbe cívico

<p><strong>Un Duarte olvidado:</strong> <br/>Derrumbe cívico</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Mañana se inicia el conteo regresivo, para lo que quede de esta maltratada y fallida nación celebre en el 2013, los 200 años del nacimiento del patricio Juan Pablo Duarte, olvidado y postergado en su tumba del parque Independencia, fruto del desmoronamiento cívico y moral de los dominicanos, acelerados en su urgencia de hacerse ricos a medida que avanza el siglo XXI.

Nunca como antes adquieren vigencia los postulados que sabiamente Duarte proclamaba en sus charlas a sus seguidores, a quienes iba adoctrinando, después que adquiriera la madurez y asimilara lo que vió en sus años juveniles en su peregrinar europeo de unos tres años, para retornar al país y reforzar sus conocimientos con las enseñanzas impartidas por el padre Gaspar Hernández.

En la actualidad, la comunidad dominicana, a todos sus niveles, se desmorona y ya los clásicos valores cívicos y morales, que una vez adornaron a una buena parte de la población, han desaparecido, dejando paso a una suprema urgencia para hacerse ricos y arrollar con todo lo que se atraviese por el medio, no importando los medios de alcanzar el disfrute del placer sibarita que aporta el dinero legítimo o no y que empuja las presentes generaciones a ser implacables hasta con sus familiares.

Ahora lo que importa es acumular riquezas e igualarse a los que más tienen en donde se destacan aquellos que por sus habilidades musculares o vocales, y los  sin escrúpulos, en el negocio del narcotráfico y muchos para los negocios sucios, han impulsado la economía a niveles increíbles, por lo que no podemos sonrojarnos cuando desde hace tiempo nuestra sociedad se sostiene en el vicio. Y es que desde siempre las recaudaciones fiscales se fortalecían con lo que pagaban de impuestos tanto las bebidas alcohólicas como el tabaco.

Mañana nos acordaremos de Juan Pablo Duarte, en la fecha de su nacimiento. Los propósitos de enmienda para ser más patriotas y solidarios con el pueblo dominicano no se hacen esperar. No pasan de intenciones de un momento dado, infatuado por la efeméride, ya que los intereses que defienden los políticos son muy distintos a los que Duarte, en sus sueños de patricio, impulsaba con la creación de la sociedad La Trinitaria.

Esos ingenuos jóvenes de La Trinitaria, a medida que sus energías y sueños adquirían raíces en el pueblo y era una realidad la separación de Haití, fueron desplazados por los grupos conservadores, que nunca creyeron en una nación libre, por lo que debía nacer a la sombra de una gran nación, como era la aspiración de los que buscaban el protectorado con Francia.

Los ingenuos jóvenes trinitarios fueron desplazados, y pese a que los cibaeños pretendían proclamar a Duarte como el líder nacional de aquel entonces, sus mismos criterios, tan puros y rectos, le impidieron valerse de la malicia ancestral de la raza criolla para evitar, en septiembre de 1844 su exilio de por vida, que luego de su regreso al país el 14 de marzo de ese año, días antes de la batalla del 19 en Azua, se convirtieran esos meses en el país en su calvario particular que lo sacó para siempre de su territorio, llevándolo a un destierro amargado para refugiarse en la tierra venezolana por largo tiempo.

Duarte quiso retornar al país, a raíz de la Restauración en 1864, para ponerse a las órdenes de los restauradores, que celosos y temerosos del valor moral del patricio, lo expulsaron diplomáticamente del país con el pretexto de que se fuera a América a buscar armas y el respaldo de las naciones para la causa restauradora. Duarte asimiló esa gran burla a lo que había sido su labor desde 1838, prefirió aislarse y quedarse olvidado hasta su muerte en 1876.

Las lecciones de Duarte en su vida terrenal son muchas, despojándolas de los ribetes de divinidad que muchos de los apasionados duartistas lo quieren adornar, nos damos cuenta que si bien fue un ingenuo y alejado de la malicia de sus congéneres, supo ofrecer grandes enseñanzas para que Dominicana fuera distinta, lo cual no pudo lograr. Y hoy en día sus sentencias tienen más valor que nunca, pero asimismo son despreciadas más que nunca.

La celebración del natalicio de Duarte en el día de mañana, pese a su transferencia para el lunes 29, ocurre en un momento triste para la dominicanidad ante el derrumbe de todos sus valores. Es ahora cuando los verdaderos dominicanos y dominicanas deben sacudirse de su indolencia para hacer suyo el sueño del patricio, reverenciado pero no imitado.

 

 

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