¿Un eco?

¿Un eco?

A veces en la vida optamos por una ceguera y sordera selectiva, donde perdemos la objetividad del peso y valor de las cosas, y actuamos sin filtro aflorando nuestro lado más oscuro, sin percatarnos del maltrato verbal y emocional que provocamos en otros. Esto sin contar, que cuando estamos bloqueados sólo confiamos en un ser que muchas veces es quien más daño nos hace, y a los más fieles y verdaderamente leales, los alejamos a empujones de nuestro lado.
Pero como la ley de vida está más clara que el agua, debemos saber cuándo hacer un stop y recapacitar antes de que sea demasiado tarde. Aprendamos a cultivar la humildad y aprender que nadie es más que nadie. Empecemos por apreciar a los demás por quienes son y no por sus apariencias. Y no nos olvidemos nunca, que cada uno recoge lo que siembra.
Dicen que la vida es un eco, que lo que envías, regresa. Dicen que todo lo que se siembra se cosecha en mayor cantidad. Que nuestras semillas se hacen más voluminosas en su transformación y se convierten en algo diferente; es decir, crecen y se desarrollan. Porque lo que das es lo que obtienes. Si siembras trabajo, recogerás éxitos. Si siembras amor, recogerás felicidad. Si siembras vientos, recogerás tempestades.
Por eso es que somos nosotros mismos los responsable de esa semilla, de su correcto desarrollo, de nutrirla, de brindarle tiempo y cuidado, de todo el proceso de transformación. Ser responsable implica saber qué hacer antes y durante. Sembrar nos dará experiencias buenas y otras quizás no tanto, pero de todas ellas aprenderemos cosas importantes para nuestro desarrollo. La experiencia es lo único intransferible en esta vida. Pueden decirte qué, cómo y cuándo, pero nadie puede darte la experiencia en sí misma, sólo pueden contártela.
No olvidemos que la vida se trata de vivir. Aunque parezca obvio, podemos levantarnos todos los días y repetirlo para nuestros adentros “vive”, porque vivir implica disfrutar. Disfrutar de lo que eres, del camino recorrido, de lo que has conseguido, de lo que te has convertido… Agradece una y otra vez lo que tienes y recuerda que eso que das, luego se devuelve.
Porque cuando repelamos una actitud, un esfuerzo o un empeño, pasamos por olvidadizo de todo lo que nosotros mismos enfrentamos para llegar donde estamos. Y si para colmo juzgamos, ofendemos y/o agredimos con nuestras palabras a las personas, aparenta que ignoramos que la palabra tiene poderoso efecto en la conducta, ya que influye sobre quien la pronuncia y afecta e involucra a quien la recibe, penetrando en sus emociones. Cuando las frases ofensivas contra las personas son el común denominador de cualquier diálogo, estamos frente a un problema de violencia verbal.

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