Rosa engarzada en la cesta de la vida

Ángel prestado por el Señor para aliviar tristezas

Bondad cuajada de palabra

Rosa del alba

Diosa que se levitaba por encima de las impurezas

Blanca paloma a la vera del turbulento mar que nos presiona

Rosa de nácar con destellos de luna

Rosa Emilia mi querida prima

¡Cuán bello es pronunciar tu nombre, nombre que perfuma, si lo tocas!

Nuestro amor se condensó en la infancia, cuando nos peleábamos por los caramelos que tu padre tío Bi nos llevaba con colores de arcoíris y sabor de gloria.

Tu decisión de luchar por los que padecían de cáncer, fue un estandarte que resistió los vendavales del tiempo.

Viste correr la sangre, y escapar los quejidos por las ventanas, que en unción mística recogías en plegaria.

Sentías placer por ese quehacer, que iluminaba tu rostro de verdadero amor al prójimo.

Solo el que da sin esperar recompensa, da de corazón y es virtud de los nobles.

Y así actuabas sin alarde de orgullo lanzado a los vientos.

Callada misión cerrada en el dorado cofre de tu alma era la cristalización del credo del Jesús que amabas.

Tu sencillez se exhibía en el rosario huérfano de oro, que siempre pendía de tu cuello.

Tu que pudiste tener tantos diamantes, solo brillaba en tu pecho el rosario de luz de Jesucristo.

O cuando pediste que en tu último viaje fueses colocada en un ataúd de pino, tu que pudiste tener un sarcófago de bronce brocado.

Así transcurrió tu vida entre humildad y entrega, por ello pediste que en tu postrer día, hubiese silencio de llantos y flores, solo el susurro de plegarias emanadas del alma.

Tus ojos solo han cambiado de horizonte

Hoy serás luz en los senderos infinito de sombra

Tus manos lirio que se abren a los peldaños del cielo

No es necesario prolongar las palabras, tu bondad se derrama con destellos de aurora y nos bendicen.

Fuiste un ángel prestado por Dios en esta tierra.

El Dios que amabas te espera para hacerte Rosa única, en el rosal eterno de su predio.