Un ejemplo en vida, un ejemplo en la muerte

Un ejemplo en vida, un ejemplo en la muerte

Josefina García Coén, ser excepcional, ejemplo de moral intachable, fraguada en la ética profesional, inflexible ante lo incorrecto. Podría decirse de ella como se dijera de Cicerón, “columna de acero”.

A pesar de sus sólidos conocimientos en pediatría, avalados por sus superiores en el Albert Einstein Hospital de New York, al  lamentar su partida se expresaron de ese modo: “Su pérdida solo se justificaría si su país de origen pudiera aquilatarla”.

Pese a sus profundos conocimientos nunca ejerció una pediatría que pudo serle lucrativa. De inicio laboró de manera honorífica en el Hospital Infantil “Robert Reid Cabral”, luego fue nombrada Jefe de Clínica y encargada de la Clínica de Endocrinología, sentando las bases de esa especialidad en el citado centro de salud. En 1992 fue nombrada Subsecretaria de Estado Asesora en el área Materno-Infantil y Nutrición, labor que desempeñó hasta el año 2000. Su acrisolada honestidad no le permitía cobrar dos sueldos del Estado, donando el más cuantioso al Hospital Infantil “Robert Reid Cabral”.

Pero su principal empeño lo encaminó a luchar contra la desnutrición infantil a través de un intenso programa de difusión de las ventajas de la lactancia materna, misión que realizó de manera honorífica durante 16 años. Recorrió el país como misionera del bien, labor que realizó haciendo uso de sus propios recursos. De inmediato sus esfuerzos se vieron coronados por una disminución en la tasa de la desnutrición infantil, a medida que se incrementaba la lactancia materna.

Esa lucha que abrazó como estandarte, la condujo a no asistir a los congresos de pediatría, porque allí se exhibían las latas de leche y era su forma elegante de protestar y reafirmar su convicción de las bondades de la lactancia materna.

Su bondad, que se traducía a través de su mirada de ámbar, establecía un puente de afecto con su interlocutor, a quien cautivaba a través del néctar de su alma.

El tono pausado de su voz, reflejo de la humildad con que matizaba todos sus actos, cualidad que le impedía hacer alusión a los múltiples reconocimientos, que por sus obras, le fueron conferidos en vida por diversas instituciones, incluyendo la condecoración de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en 1996, que le concediera el presidente Leonel Fernández.

Luego de su muerte su grandeza se manifiesta de nuevo, al donar todos sus órganos. Sus córneas fueron trasplantadas de inmediato a los ojos de dos niñitos que hoy pueden “ver” la vida con un futuro promisorio “a través de su mirada”.

Ella regresa al Padre justo en el momento en que se escucha una descarga eléctrica. Tañer de trompetas celestes con que Dios abre sus compuertas para dar paso a un ángel de luz.

Adiós hermana del alma. Guarda para mí un espacio, cuando yo, por igual, pase a la dimensión de lo invisible y nos juntemos en un abrazo eterno.

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