Un ejercicio de honestidad

Un ejercicio de honestidad

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Aunque me tocó crecer en la época de los gobiernos «democráticos» del presidente Joaquín Balaguer, nunca me detuve a pensar cuál era el beneficio que se obtenía con las constantes huelgas que le hacían. Era bastante joven, quizás demasiado, por lo que el asunto no me preocupaba en lo más mínimo: para mí los días de huelga tan sólo se traducían en jornadas en las que no recibiría clases, algo que era una delicia puesto que podría dedicarme a leer o, simplemente, a no hacer absolutamente nada.

Un buen día, sin embargo, mi percepción de la inutilidad de las huelgas cambió completamente. Y todo porque, harta de que no la escucháramos ni tomáramos en cuenta lo que hacía por nosotros, mi mamá se declaró en huelga. «Hoy estoy de brazos cruzados y no haré absolutamente nada», dijo ante nuestra incredulidad.

No fue hasta que llegó la hora de irnos al colegio que descubrimos que hablaba en serio: nos dio dinero para el pasaje, invitándonos a irnos y regresar en biónico, y nos deseó la mejor de las suertes.

Si el ir y volver en concho ya era una experiencia bastante desagradable, más duro fue llegar y descubrir que en la mesa sólo relucían los adornos de rigor: ella, en paro aún, cumplió con su palabra y no nos cocinó.

Muertas del hambre, mi hermana y yo nos resolvimos la vida lo mejor que pudimos y, después de calmar la barriga, no nos quedó más remedio que pedir perdón y prometer que cambiaríamos de actitud. Aquella tarde, después que mamá dejara de lado su «jornada de brazos caídos», comenzamos a valorar esas pequeñas cosas que jamás habíamos visto. Además, comprendimos por qué hay que evitar que las huelgas toquen a nuestra puerta.

A pesar de que esto sucedió hace muchos años, la anécdota llegó a mi memoria a causa de la paralización que tuvo lugar el lunes pasado (un proceso en el que hay que resaltar la excelente conducta de los ciudadanos).

En torno a este paro, que para el gobierno fue radical porque los convocantes no quisieron dialogar, hay que resaltar que existen verdaderas razones para quejarse. También, sin embargo, que los paros sólo hacen daño porque al fin y al cabo es poco lo que se logra con ellos (¿hubo aumento de sueldo, hay más agua o dejó de irse la luz?).

Dejando de lado al paro en sí mismo, pasaré a hablar de algo que sucedió justo cuando la ciudad lucía adorablemente tranquila: el secretario de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Temístocles Montás, hacía un tremendo ejercicio de honestidad y reconocía todos los obstáculos que enfrentamos para lograr el desarrollo y un crecimiento económico de calidad.

Como parte de su ponencia, en la que también resaltó los logros económicos que se han alcanzado en los dos últimos años, Montás establecía que la tasa de desempleo de la República Dominicana es de un 16.2% y duplica la media de la región de América Latina y el Caribe (8.1%).

Esto, señalaba el funcionario, indica que el impacto del crecimiento económico del país es poco alentador cuando se habla del mercado laboral. También que, aunque la economía del país ha crecido de manera tal que se han reducido apreciablemente la pobreza y la indigencia, ese crecimiento no se ha traducido en prosperidad generalizada.

Pero ese, en palabras del propio Montás, no es el único escollo que el país tiene que superar: también debe contar con un verdadero Estado de Derecho y con un mayor gasto social, así como mejorar la calidad y el nivel educativo, controlar y enfrentar la corrupción, transparentar la rendición de cuentas, crear condiciones favorables al acceso al crédito, garantizar la estabilidad política y fortalecer la institucionalidad (es decir, los partidos políticos, el Congreso Nacional, los ayuntamientos, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial).

Con estas tareas pendientes, es mucho lo que el gobierno tiene por delante. El primero paso para caminar hacia ellas, sin embargo, acaba de darlo: reconocer cuáles son sus debilidades y las medidas que hay que tomar. Tan sólo queda esperar que lo hagan, que cumplan con el país y eviten así nuevas huelgas.

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