Un electorado inculto

Un electorado inculto

En nuestro país, los políticos en su mayoría viven cambiando de bandera y, por tales motivos hay un permanente abandono de sus seguidores, como del nombre de las tiendas políticas que les sirven de albergue, por lo cual el cinismo y la violencia de hoy ha llegado a hacer crisis con las mismas fuerzas con que ellos mismos se combaten.

La traición se ha convertido en el común denominador, pero esta no es una sorpresa, existe desde el mismo instante en que los conquistadores españoles posaron sus pies en estas tierras, de modo que desde hace siglos, estamos acostumbrados a toda clase de traición, son raras las demostraciones de lealtad y de respeto de los dominicanos a los principios fundamentales de la vida en sociedad.

El chaqueteo, es pues, usual entre nuestros nacionales y sobre todo entre comunistas y socialdemócratas, éstos ponen en duda hasta las grandes verdades indiscutibles de Marx y Engels, resultando de sus discusiones, que caen en su pozo sin fondo de confusiones, encontronazos y desviaciones, y esto así, porque discuten los teóricos del patio sobre el substrato de obras que solo conocen de nombre, pero que nunca han ni siquiera leído, no digamos que las puedan haber estudiado, resulta que su ignorancia es tal, que no saben ni pueden comprender «que la ideología, sea cual fuera, es siempre instrumento de gran utilidad para la organización de la conciencia colectiva». Y todo este acontecer es un espectáculo como de circo, porque es común en todas las parcelas políticas, porque tenemos un electorado inculto, que ha llegado a creer, que la libertad consiste en saber obedecer y si alguien surge o muestra algún rasgos de rebeldía, entonces se expulsa del partido, sin embargo, dentro del pueblo común y simple, no existen estos problemas, porque la sencillez de su vida se confunde con una especie de felicidad que los dirigentes han troncado en ansias de poder y a veces manifiestan en su verbo deseos de poseer el poder absoluto.

Estamos, por desgracia, en presencia de un electorado inculto, que permite y acepta complacido el devaneo de ciertos políticos, por eso la imperfección de nuestra joven democracia. Difícil de corregir esta situación! Será necesario que transcurran muchos años para convertir a nuestro pueblo, como desearíamos que fuera y esto solo será posible cuando, primero sea transformada la escuela dominicana, porque tenemos todos que estar de acuerdo, que solo es culto el individuo cuando es dotado de cultura e instrucción, partiendo del concepto de instrucción es el cúmulo de conocimientos adquiridos a través del estudio y la experiencia acumulada con los años.

Cuando hablamos de electorado inculto, nos estamos refiriendo a la gran mayoría de dominicanos dentro de los cuales, por supuesto están los analfabetos, porque sabemos, que los gobernantes de todas las naciones y de todas las épocas, han sabido y saben el peligro que significa jugar con la cultura. Tenemos que ser cuidadosos en lo referente a la cultura del pueblo y hay que manejarse con pie de plomo.

)La cultura política, la religiosa o la moral? )Son convenientes para apoyar a determinado candidato? )Cómo debemos trabajar para realizar una buena labor y contar con resultados favorables?

Quién no educa sus electores de modo que puedan entender sus mensajes con todos los pormenores, difícilmente llega al poder, es preciso hablar claro y con sencillez.

Quién cuenta con el carisma de desviar la atención de las masas y tiene la virtud de hacer que estas supriman su capacidad de pensar, como solventar sus problemas fundamentales, es un líder capaz de justificar toda clase de comportamiento; por lo cual volcará el electorado a su favor.

La historia está llena de ejemplos y nos da la razón.

En un artículo aparecido en esta misma columna, que titulamos «Las promesas electorales», decíamos textualmente: «Evitemos con todas las fuerzas de la nación, el convertirnos en una sociedad que se autodestruye, una sociedad sin freno, sin temor, sin respeto, seamos reflexivos, evitemos repito, la caída de la credibilidad de la clase política y recordemos que la esencia de la democracia es mantener el diálogo abierto y tolerante hacia la realidad y lo importante, al final de todo son las actitudes y las conductas». Cierro la cita porque no se puede olvidar, que tenemos un electorado totalmente inculto, que no puede entender qué se persigue en las campañas políticas, tenemos además, un pueblo muy sufrido, por tanto, impaciente.

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