POR LEÓN DAVID
¿QUÉ ES PARA TI UN ESCRITOR?
Es una pregunta que nunca me he hecho y que, por consiguiente, encuentro difícil contestar sin caer en alguna teoría ya elaborada por alguien más ducho que yo en estos asuntos. Por eso, te diría que, en cuanto a mí personalmente concierne, y pensando en las razones por las cuales escribo, un escritor es alguien que busca la consolación para vivir en la palabra. O sea: en mi caso particular, escribo para darle algún sentido a mi existencia, para no volverme loco o simplemente terminar en el conformismo y el vacío que es de la gente del montón.
HÁBLAME DE TU OBRA CRÍTICA Y DIME EN QUÉ CONSISTE TU IDEAL DE CRÍTICA LITERARIA
Siempre he rechazado esta idea que dice que soy un crítico literario. En unas cuantas ocasiones, he revelado que a mí gran parte de la crítica literaria, y en especial la académica, me aburre hasta la muerte y, de poder evitarlo, nunca la leo. Digo siempre que lo que hago son lecturas. O sea, leo un texto que por alguna razón llega a mis manos y lo comento. Al hacer esto, empleo todos los recursos críticos que tengo a mi disposición. Me gusta entrar en el texto y entender las motivaciones de los personajes. Hecho esto, trato de ver la relación que existe entre el contenido de ese texto, las ideas del autor y la sociedad a la cual pertenece. Creo que llamaría este proceso crítica cultural. Por consiguiente, si se me quiere aplicar la etiqueta de crítico literario, diría que a lo mejor lo que soy es un crítico cultural.
En ese sentido, mi obra crítica la he concentrado esencialmente dentro de la novelística, llegando hasta el extremo de que muchos me consideran algo así como el flagelo de los novelistas dominicanos por esa crítica ácida que me caracteriza. Al mismo tiempo, he incursionado brevemente también en otras áreas, como la poesía, el cuento y el teatro.
¿Mi ideal de la crítica literaria? Un tipo de crítica que es un reto para el escritor, que no le permite a nadie dormirse mientras la lee, y que sea hasta divertida, dentro de lo posible.
EN TANTO QUE CONOCEDOR A FONDO DE LA NOVELÍSTICA Y LA NARRATIVA DOMINICANA, ¿QUÉ JUICIO AVENTURARÍAS ACERCA DE ELLAS?
Como bien sabes, tengo una muy mala reputación entre los novelistas dominicanos, especialmente entre los que todavía están vivos y son jóvenes. No entiendo exactamente por qué. Yo siempre he sostenido que existe una gran novelística en el país. El problema es que muy pocos la conocen. Como resultado de esto, muy a menudo se ensalzan las obras mediocres y sin sentido. Esto se hace por amiguismo o por razones que tienen que ver con las diferentes parcelas políticas. Desde un principio, pues, mi intención fue descubrir lo bueno de la novelística dominicana y condenar lo malo. No es que yo sea maniqueísta en la literatura. Es simplemente que, si se quiere ver lo bueno es imprescindible eliminar lo malo, que es lo que obstruye nuestra vista. Entonces, yo me dediqué a eliminarlo. De ahí la pésima reputación que tengo con cierta gente. Cuando se trata de abrirle los ojos a alguien que rehúsa ver, el resultado es siempre que termine odiándote y que trate de descalificar tu opinión llamándote analfabeto y acusándote de todo bajo el sol. Como quiera que sea, a mí estas cosas no me afectan en nada. No me afectan porque tengo a la mano las pruebas contundentes con relación a lo que digo.
¿QUÉ ES PARA TI LA POESÍA Y QUÉ VALOR CONFIERES A LA QUE HAS ESCRITO?
Ahí me vienes con otra pregunta muy difícil. Si un escritor es alguien que se consuela para vivir a través de la palabra, entonces diría que la poesía es, siempre para mí, una consolación. Por cierto, lo es más que la crítica o las lecturas que hago, ya que, al igual que Oscar Wilde, creo que, en fin de cuentas, un crítico es esencialmente un escritor o poeta frustrado, sumido a la más lastimosa impotencia creadora. La poesía me consuela por el dolor que es la vida y la injusticia que es nuestra condena a la muerte.
Mi poesía tiene este mérito para mí, o sea, el mérito de ser una consolación. Ojalá tenga el mismo mérito con mis posibles lectores. Si eso ocurre, entonces puedo ilusionarme que tiene algún sentido. De otro modo, fue sólo mi grito personal contra el dolor y la muerte, y con eso me basta. A lo mejor algunos de mis poemas duren unos cuantos años más que yo, y eso es también algo positivo para mí. Habré logrado burlar el Tiempo, aunque sea sólo por un muy breve período de tiempo.
EN LO QUE TOCA A LA VIDA CULTURAL, ¿QUÉ DIFERENCIAS ADVIERTES ENTRE REPÚBLICA DOMINICANA Y PUERTO RICO?
Me parece que en otra ocasión te dije que conozco muy poco el ambiente cultural de Puerto Rico. Vivo al margen y alejado de todo lo que aquí se hace en la cultura. Me gusta de esta forma, pues puedo disfrutar de las indudables ventajas de mi espléndido aislamiento. Ahora bien, ya que empecé a escribir y a publicar en Santo Domingo, me siento muy ligado a la cultura de ese país y hasta me considero con mucha honra un escritor dominicano– eso, obviamente, si es que me quieren, pues no me voy a imponer. El hecho es que existe todavía una vida cultural muy activa en Santo Domingo. Hay intercambio de ideas. Hay polémicas. Discusiones. Rivalidades. Hay, diría yo, odios y amores. Y eso es la savia de cualquier vida cultural. Eso te deja sentir que estás vivo como escritor. En Puerto Rico, entiendo yo, estas cosas se destacan muy poco. Gran parte de la cultura se hace dentro de la academia, como en los Estados Unidos, y eso, como bien sabes, puede ser una situación mortífera para una cultura que quiera vivir.
¿CUÁLES SON TUS PROYECTOS INTELECTUALES?
Ahora mismo no tengo proyectos intelectuales en el sentido de crear nuevas obras. Ya dejé de escribir acerca de la novelística dominicana, supongo que con inmenso regocijo por parte de muchos novelistas, y creo que, después de la publicación de mis cuatro poemarios, ya se terminó mi incursión en la poesía. No sé qué piensan los poetas de esto. Tengo sólo proyectos de publicación. Voy a publicar pronto una novela, Notas desde el Imperio; el Banco Central va a publicar un libro mío de ensayos, Quince estudios de novelística dominicana el próximo año; me gustaría publicar, por fin, un estudio que he hecho de la narrativa de Roberto Marcallé Abreu; y, si uno de estos días logro concentrarme, a lo mejor preparo una antología de mis poemas, así para hacer algo y darme el gusto.
¿QUIÉN ES GIOVANNI DI PIETRO? ¿LO CONOCES?
Creo que finalmente he logrado conocerlo bastante bien, y he llegado a la conclusión que, después de todo y a pesar de todo, es buena gente. No le ha robado a nadie. No ha matado. No es un mentiroso ni un vanidoso. O sea, que parece que tiene muchas buenas cualidades. Si tiene algún lado oscuro, parece que ha sabido mantenerlo en jaque, lo que ha sido bueno tanto para él como los demás.
Pero, eso sí, está muy confundido con relación a su identidad. No sabe si es italiano, canadiense, norteamericano, dominicano o puertorriqueño. Hay días en que logra adoptar una u otra de esas identidades, pero, en general, se la pasa haciendo malabares con ellas y, en ciertas ocasiones, está tan fragmentado que ni tiene idea de lo que es. En una ocasión, Andrés L. Mateo dijo que Di Pietro era una hidra de siete cabezas. Yo me quedo con las siete cabezas, pero rechazo tajantemente eso de la hidra pues, como dije, después de todo y a pesar de todo Giovanni Di Pietro es buena gente, y, si lo es, se deduce que no puede ser ninguna hidra.
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Giovanni Di Pietro. Italiano de origen, realizó sus estudios en Canadá (Ph. D. McGill University). Fue profesor de literatura italiana en Concordia University y en Queens University y profesor de literatura inglesa y norteamericana en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Ha publicado: Las mejores novelas dominicanas (1995), Joaquín Balaguer, sin elogios ni condena (1998), Poemas oníricos y más… (2001), La dominicanidad de Julia Álvarez (2002), El libro del Unicornio (2003), Cánticos del Amor y del Tiempo (2004) y Diálogos con mi Alma/Dialoghi con il mio Spirito (2005). En la actualidad, reside en Puerto Rico y es profesor de humanidades y de italiano.