La islita Alto Velo, localizada en el sur de las costas de la provincia de Barahona fue ocupada el 23 de febrero de 1860 por ciudadanos estadounidenses que habían salido de su país hacia la zona del Caribe con el propósito de identificar territorios que facilitaran la adquisición de guano, el codiciado fertilizante del excremento de las aves marinas, para sus tierras cultivables del este y del sur. Llegaron en la goleta “Boston”, comandada por el capitán S. R. Kimball, cuyos propietarios eran Abraham Patterson y Prudence Murguiendo, conocidos empresarios de Baltimore.
El 14 de mayo, los dueños de la goleta escribían a Lewis Cass, secretario de Estado del gobierno de James Buchanan, informando del hallazgo, y el 16 de julio enviaban al Departamento de Estado una declaración del capitán Kimball acerca de la adquisición del territorio. Pero su gobierno no tomó el anuncio con el entusiasmo que los empresarios suponían, lo que se reflejaría en el desenlace final de los problemas que generó la ocupación de la isla guanera.
Puede leer: Urge política de Estado para la regular el transporte
Para entonces, el presidente Buchanan y sus funcionarios dedicaban sus mayores esfuerzos al conflicto norte-sur, que en 1861 desembocó en la guerra de Secesión. En el curso de las discusiones acerca de la legalidad o no de la presencia norteamericana en Alto Velo, jugaría un papel destacado el general William L. Cazneau, Agente especial estadounidense en el país.
El capitán Kimball y sus trabajadores se dedicaban a la extracción del guano, lo que hicieron hasta principios de abril de 1860, cuando tripulantes de un buque mercante español se enteraron de su presencia. Los conflictos entre nacionales y estadounidenses empezarían seis meses después al presentarse en el lugar una comisión de autoridades dominicanas que pudo comprobar el envío de guano hacia los Estados Unidos.
El gobierno se propuso expulsar a los extranjeros de la isla, pero al negarse a acatar la decisión, los funcionarios dominicanos impusieron su autoridad: se encargó una comisión para llevar a cabo el desalojo: la componían el general Juan Evertz, que la encabezaba; el historiador José Gabriel García, secretario consejero; y Guillermo Penson, intérprete.
A los comisionados se les agregó una compañía de artillería, comandada por el coronel Juan Andrés Gatón. Se temía que los estadounidenses, además de negarse a marcharse, trataran de agredir. Ya el 25 de septiembre (1860), el cónsul de España en el país, Mariano Álvarez, decía al ministro de Relaciones Exteriores domincano, Felipe Fernández de Castro, que “los americanos se consideran con derecho a explotar sin permiso alguno este territorio, como sucede con el guano en Alto bela (Velo) y la Beata”.
La negativa a abandonar la islita generó reuniones entre funcionarios locales y estadounidenses, en las que participaron Jonathan Elliot, agente comercial en la República Dominicana; el general William Cazneau; y el ministro Fernández de Castro.
En esa ocasión el ministro dominicano insistió en que aunque nuestro país no había ocupado la islita, siempre la consideró parte de su territorio. Cazneau señaló que el lugar apenas había sido un arenal desierto ignorado por todo el mundo hasta que el dinero y la capacidad industrial de los norteamericanos desarrollaron en ella una inesperada posibilidad de enriquecimiento.
Pese a esas conversaciones, en octubre de 1860, la comisión de alto nivel fue llevada a Alto Velo en la goleta “Mercedes”. El lugar estaba justo a 40 millas de la provincia de Pedernales. Los representantes del gobierno llegaron en horas de la noche, y lo primero que observaron en la mañana siguiente a su arribo fue la bandera de los Estados Unidos flotando en la más alta de las viviendas del lugar.