Un espacio de todas las culturas

Un espacio de todas las culturas

POR MARIEN A. CAPITAN
Navegar por el mundo, a bordo de un crucero imaginario que le llevará de puerto en puerto para conocer historias antiguas, diversas culturas y lo más característico de una cuarentena de países, es lo que ofrece el Faro a Colón, un monumento que en sus entrañas guarda la más variopinta muestra museográfica.

El recorrido inicia después de subir decenas de escalones para descubrir los mensajes de Séneca, Tineo, Platón, Aristóteles, Génesis e Isaías que están plasmados en los mármoles de la entrada. Posteriormente se pasa por boletería y se pagan RD$40, si se es dominicano; o US$2 ó RD$60 si se es extranjero. Los niños no pagan.

¿Lo mejor? Existe un servicio de guías que, sin ningún costo adicional, le acompañarán y le explicarán con detalle todo lo que converge en este espacio. Aunque hasta ahora los guías son adultos, el gobernador del Faro, Andy Mieses, anunció que a partir del mes de agosto contarán con un servicio de guías muy especial: un grupo de niños de 10 a 15 años que ofrecerán servicio a los menores que vayan al lugar.

Tras informar que estos niños ya están capacitados y conocen perfectamente el lugar, Mieses indicó que algunos de ellos están tomando cursos especiales de inglés para poder comunicarse con los turistas extranjeros.

Conocida la novedad, toca adentrarse en este gran monumento. Inmediatamente, al entrar a la primera puerta que está a la derecha, llega el momento de hacer la genuflexión: la Capilla María de la Rábida es el espacio que le da la bienvenida a los visitantes, quienes tienen la oportunidad de ver un humilde viacrucis sobre las paredes y descubrir una estatua de San José, otra de la Virgen de los Dolores y, muy a cuento con la historia que contamos, una de San Cristóbal, el protector de los navegantes.

Esta capilla, que es una réplica de la que está en Huelva, España, cumple un objetivo muy especial: recordarle a la gente que Cristóbal Colón visitó aquella iglesia para recibir la bendición antes de embarcarse a la que creyó serían las Indias Orientales. Posteriormente, y justo enfrente, está la Sala de las Vírgenes: las imágenes de un grupo de 21 vírgenes de diversos países de América, que fueron pintadas al óleo sobre tela por Ada Balcácer.

Es entonces cuando se llega al corazón de este lugar: la nave central que muestra con orgullo el mausoleo que guarda los restos de Cristóbal Colón. Aunque la autenticidad de estos restos continúa siendo un enigma, si le pregunta a cualquiera de los guías le dirán con certeza que el verdadero Colón es el que está.

Es por ello, incluso, que cada 12 octubre el sarcófago se abre: así la gente puede ver algunos de los huesos del almirante que más ha dado de qué hablar en todo el mundo. Conocido el dato, nos contarán que el mausoleo que guarda con celo estos restos data de 1898; fue hecho por el arquitecto Fernando Romeo y el escultor Pedro Carbonell; y estuvo en la Catedral Primada de América hasta el año 1990, cuando fue desarmado para trasladarlo hasta el Faro.

Dejando de lado la historia del origen de este monumento que fue construido por el ex presidente Joaquín Balaguer y fue objeto de duras críticas por la crisis económica que había en aquel momento, hay que apuntar que el Faro a Colón fue inaugurado en el año 1992 con motivo de la conmemoración del V centenario del Descubrimiento de América. Ese año, en este mismo lugar, el papa Juan Pablo II ofició una misa para recordar el inicio de la evangelización del nuevo mundo.

Más interesante que esto es descubrir las salas en las que reposan las muestras de los países. La primera, la de España, es un verdadero recuento histórico que pone a prueba nuestra memoria: documentos del Tratado de Tordesillas, de los documentos de Colón, las matrimoniales de los Reyes Católicos? un vistazo a la España de aquella época. También están el libro de Marco Polo y el Imago Mundi, los dos textos que inspiraron a Colón ha hacerse al mar.

Luego está Japón con sus divinas máscaras para el arte dramático del Noh; Italia, con sus remembranzas genovesas; Francia mostrando un plano de lo que fue Santo Domingo en 1818; Portugal y sus detalles de la primera escuela de navegación que hubo en el mundo; Corea del Sur y la impresionante corona de oro Chumna Chong; y Taiwán, con la muestra más grande, con una brújula, las cerámicas de la dinastía Ming, un modelo de imprenta y una réplica del buque real, entre otras muchas cosas.

A pesar de que hay objetos tan interesantes como un Menorah israelí y una Matrioshka rusa, es hora de cruzar a América donde encontraremos una diversidad de objetos y muestras que nos hablan de indígenas y tiempos modernos.

En medio de ese universo hay que detenerse a ver, sobre todo, las 39 piezas originales que muestra Ecuador: floreros, canastas, hachas de piedra y vasijas que datan hasta del año 3,900 antes de Cristo. También hay que detenerse ante las réplicas de las piezas del Museo del Oro de Bogotá, Colombia; y la gran cabeza de jade del Dios del Sol Maya, de Belize.

En cuanto a los objetos indígenas y las artesanías de diversas épocas, no olvide reparar en los de Cuba, República Dominicana (con una muestra muy escasa), Barbados, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Honduras, Guatemala, México,Venezuela, Chile, Uruguay Colombia, Perú, Brasil y Bolivia. Además, deténgase frente a la escultura de Lladró y a la ?Lámpara Votiva? (que durante años iluminó el sarcófago de Colón), dos piezas que vale la pena observar.

Si va al faro recuerde:

– La entrada es de RD$40 para los dominicanos y US$2 para los extranjeros. Los niños no pagan.

– Debe calzar zapatos cómodos: el recorrido es de al menos una hora.

– En caso de llevar comida, tiene que hacerlo en una mochila.

– No se puede comer en las salas.

– No se sorprenda al descubrir las salas de Japón, Corea del Norte o Taiwán: jamás hay que olvidar que Colón quería llegar hasta el Pacífico.

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