Un espacio para la Arqueología

Un espacio para la Arqueología

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
La Arqueología es la ciencia que estudia las culturas antiguas a partir de los elementos materiales dejados por éstas: de sus restos artefactuales de uso cotidiano, de sus «sobrantes» de comida, de sus objetos ornamentales; de sus osamentas humanas: dispuestas ritualmente, enterradas según costumbres tradicionales o abandonadas como el último guerrero de huesos blanqueados por la intemperie.

La Arqueología puede hablar también de la ecología: de los animales que sirvieron a esas culturas desaparecidas, de las plantas utilizadas, de los bosques antiguos, de las cavernas y su utilización como «oikos» primigenio. En términos generales, la Arqueología resulta una de las herramientas más útiles -junto con la geología- para reconstruir el pasado ecológico de cualquier parte del planeta.

Pero esta reconstrucción no es meramente un ejercicio de ciencias o una demostración de nuestras capacidades. Es fundamentalmente una posibilidad para evaluar el presente ecológico previendo el futuro ecológico. Es una alternativa para evaluar las condiciones de supervivencia alimentaria de una gran población -2 millones de indios dice Las Casas que vivían aquí- y compararlas con las condiciones actuales de vida y el uso de los mismos recursos por la población dominicana. Pero también, evaluar apriorísticamente las condiciones ecológicas en que vamos dejando los diferentes ecosistemas como consecuencia del uso irracional, así como de los esfuerzos que se realizan por su conservación, incluyendo la práctica -a veces nociva- de incorporar componentes de la ultramar cercana o lejana a nuestra endemia botánica o zoológica.

La Arqueología, dentro de la ecología, analiza también los componentes espirituales presentes en las antiguas culturas que involucraban la utilización de elementos de la flora y la fauna isleña, siendo quizás esos componentes espirituales los que han quedado con mayor fuerza arraigados en el ánimo atávico de los dominicanos.

Y es tomando en cuenta lo antes dicho por lo que la Arqueología, como ciencia, tiene un espacio que permanece inhabitado o muy poco frecuentado, y el que se hace necesario ocupar, iluminar, llenar de dinamismo, modernizar y hermosear. Y uno de los espacios físicos y de opinión que debe ser tomado por la Arqueología es la Academia de Ciencias de la República Dominicana cuando sea rescatada, lo que parece que sucederá en este mismo mes.

¿POR QUÉ NO ESTÁN ESTOS ARQUEÓLOGOS?

Los arqueólogos más notables de la República Dominicana estuvieron haciendo vida en la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Luis Chanlatte Baik, Manuel García Arévalo, Marcio Veloz Maggiolo y Bernardo Vega, cuyas investigaciones -junto con las de Fernando Morbán, Fernando Luna y Elpidio Ortega- pudieran llenar todos los estantes que pudieran construirse para tapiar las paredes de la Academia de Ciencias, permanecen hoy alejados de ésta por las razones que ya conocemos: la intolerancia y la manipulación en esa entidad nada institucional.

Luis Chanlatte Baik, por ejemplo, es actualmente director del Departamento de Arqueología de la Universidad de Puerto Rico, siendo para ese país el investigador de culturas antiguas de mayor renombre, por lo que adquiere para todo el Caribe una estatura pocas veces alcanzable.

Manuel García Arévalo ha compartido la mayor parte de sus años entre sus actividades empresariales y la investigación arqueológica, logrando colocarse entre los arqueólogos dominicanos de mayor sagacidad y más clara visión, aparte de reconocérsele un gran desprendimiento en relación con el soporte material para el desarrollo de las investigaciones que se han realizado en el país de los años 60.

Marcio Veloz Maggiolo es el arqueólogo dominicano más conocido en el exterior, tanto por lo prolífico y sostenido de sus investigaciones y publicaciones sobre arqueología como por su producción literaria.

Bernardo Vega ha paseado la arqueología dominicana por ámbitos bien lejanos, siendo incluso el primer arqueólogo en «emparentar» la rupestrología de nuestras cuevas con la de otras culturas americanas. Ha encontrado suficiente espacio en su tiempo de economista e investigador de la historia económica dominicana para incluir la labor arqueológica entre sus quehaceres de vida.

¿Por qué razón -si se esboza alguna- no aparecen estos científicos del estudio de las culturas antiguas en el índice de la Academia de Ciencias, si son de sus más connotados miembros?

OTROS CIENTÍFICOS «DESCALIFICADOS»

Habría que verles como «científicos descalificados» a estos estudiosos que hoy no son considerados como miembros de la Academia de Ciencias, sin saberse las razones institucionales que les ha colocado como fuera de esa institución.

Bernardo Vega encabezaría la lista, en este caso tanto como arqueólogo como economista, para empezar por el área de la Economía. Les seguirían los siguientes conocidos y reputados cientistas de la administración de recursos: José Luis Alemán, Miguel Ceara Hatton, Carlos Ascuasiati, Carlos Despradel, Luis Eduardo Tonos, Gustavo Volmar y varios economistas más.

De las ciencias administrativas aparecen como fuera de la Academia los expertos Raymundo Amaro Guzmán, Ricardo Lora Rodríguez, Pablo Nadal, Frank Roca Friedheim, Víctor Melitón Rodríguez y Miguel Sang-Ben.

De las ciencias sociales figuran como fuera de la Academia los científicos José del Castillo, Diógenes Céspedes, Andrea Brechelt, Danilo de los Santos, Carlos Esteban Deive, Isis Duarte, Luis Gómez Pérez, Armando Hoepelman, Harry Hoetink, Max Puig, Thorsten Sagawe, Dario Tejeda y otros.

Sería largo colocar aquí el listado de estudiosos, notables investigadores de nuestras ciencias que por quién sabe qué causas no aparecen actualmente como miembros de la Academia. Pero para no dejar nombres tan sonoros y de tanta estima tenemos que citar -aparte de los ya citados en nuestro trabajo anterior-  a Dagoberto Tejeda, María Ugarte, Jaime Viñas Román, Rubén Silié, Dinápoles Soto Bello, José Joaquín Puello, Alain Henry Liogier, Sixto Incháustegui y Juan Daniel Balcácer.

PARA QUIEN LE TEME A LAS AGUJAS

Un nuevo instrumental médico, desarrollado por científicos de la Universidad Ben Gurión (UBG), en el Neguev, de Israel, junto al Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), de los Estados Unidos, podrá enviar al archivo de los recuerdos, en los próximos tiempos, a las temibles agujas de las inyecciones.

Gracias al nuevo dispositivo, llamado SonoPrep, los medicamentos penetran al organismo a través de la piel mediante la utilización de ultrasonido.

Los científicos responsables de este adelanto de la tecnología médica que será tan bien recibido por parte de los médicos como de los pacientes, son el profesor Joseph Kost, del Departamento de Ingeniería Química de la UBG, y el profesor Robert Langer, de la MIT, quienes conjuntamente desarrollaron este dispositivo portable y manual, cuya aplicación se irá extendiendo en progresión geométrica a la par de su utilización.

Con el SonoPrep se aplican ondas de ultrasonido a la piel, durante 15 segundos, logrando la inserción -o la extracción, según la necesidad- de medicamentos en el cuerpo, retomando la piel su condición normal después de 24 horas.

Con el dispositivo se podrá de ahora en adelante brindar un tratamiento no invasivo e indoloro, más efectivo contra las enfermedades, y más focalizado que el que puede suministrarse con píldoras. También sirve para realizar exámenes diversos, tales como el del nivel de azúcar en la sangre.

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