Un espectáculo muy lamentable

Un espectáculo muy lamentable

POR MARIEN A. CAPITÁN
Era martes en la mañana. Pocas horas habían transcurrido después del fenomenal discurso del presidente Leonel Fernández y, aunque era algo que no se esperaba, la mayoría de las oficinas públicas comenzaron a convertirse en un hervidero de gente.

En la Secretaría de Educación, por ejemplo, no cabía prácticamente un mandado. Para subir hasta el despacho, casi arrastrados, los periodistas debimos aguantar codazos y empujones hasta más no poder. ¿Sudar? Como había tanta gente, aquello parecía un verdadero sauna.

En otras instancias, como Salud Pública, Obras Públicas y la Superintendencia de Bancos, sucedió lo mismo: la gente, desesperada, se mataba por acercarse al nuevo incumbente.

Sabemos que la cosa está mal, que hay crisis y que todos necesitan trabajar. Pese a ello, no había necesidad de copar las edificaciones gubernamentales a tal punto de que estar en ellas fuera insoportable.

Fue un espectáculo muy lamentable. Hablaba de clientelismo, de continuar con el “buscalo-suyismo” del que tanto quisiéramos despojarnos y, además, una pérdida total de mesura. No parecían peledeístas (no estuvieron a la altura de la imagen decente que teníamos de ellos).

Muchos olvidaron las palabras de Fernández: “Hay muchos cargos públicos en exceso, creados mediante la tradicional práctica corrosiva de clientelismo o bien producto de las duplicidades de funciones dentro de nuestro aparato burocrático estatal. Esos serán suprimidos”.

Y agregó: “Soy de los que creen, con absoluta firmeza y convicción, que las oportunidades de empleo tienen que ser iniciadas, fundamentalmente, en el sector privado, que es el gran creador de la riqueza nacional”.

Escuchadas –o leídas– las palabras del Presidente, es fácil concluir que muchos parroquianos no supieron interpretar las palabras de su líder, quien dijo claramente que se suprimirán todos los cargos que no tengan razón de ser.

¿Quieren que quiten a los perredeístas para ponerse ellos? De hacerlo, estaríamos dando continuidad a uno de los círculos viciosos más nocivos que ha tenido el Estado: quitar y poner, bajo alegatos políticos, a los empleados públicos.

Hay cargos políticos y hay gente que tiene que partir para dar paso a nuevos funcionarios. Eso está claro. Sin embargo, los secretarios de Estado deben tener muy claro hasta qué punto deben llegar. La prudencia, como ya lo ha dicho mucha gente, debe imperar.

El PLD tiene en sus manos una oportunidad de oro: se puede reivindicar y pasar a la historia como el gobierno que fue capaz de sacar al país de la peor crisis. Para eso, dando muestras de que aprendieron la lección que le dio el pueblo en las elecciones del 2000, deben trabajar.

Mal hablaría de sus intenciones si llegan a sus cargos avasallando a técnicos que tienen muchos años de servicio en sus posiciones (en la Superintendencia de Bancos han hablado de cancelar a directores departamentales que, además de ser técnicos, tienen 15 años trabajando allá).

Muchas quejas comenzarán a llover desde ahora (en Jimaní ya se quejan de que llevarán a gente de Duvergé para hacerse cargo de las funciones que deben desempeñar quienes han dado su vida por ese terruño). También, muchas las cobas que tendrán que escuchar quienes vuelven al ruedo del poder. No será fácil, la verdad, pero esperamos que puedan lidiar con ambas cosas.

Por lo pronto, hemos visto a funcionarios que han llegado a sus carteras con toda la afabilidad y sencillez del mundo. Parece que, efectivamente, se han dado cuenta de que las ínfulas y la arrogancia son las peores cartas de presentación.

Todavía es muy pronto para saber cómo se conducirá el nuevo gabinete. Hay que esperar, darles tiempo para que se empapen de la realidad que viven sus carteras. Mientras eso pasa, les deseamos la mejor de las suertes (también paciencia, la necesitarán) porque la empresa que dirigirán, lamentablemente, no será nada fácil.

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equipaje21@yahoo.com

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