El nuestro ha sido históricamente un Estado egoísta, centralizador, poco dado a abrir a sus servidores vías expeditas para la profesionalización.
Pocos empleados de la administración pública han obtenido el apoyo necesario para capacitarse, participar en cursos de alta gerencia y actualización.
Ha sido el Estado muy timorato en ese sentido, bajo la falsa premisa de que el sector privado les arrebatará a esos empleados, una vez haya invertido recursos económicos y tiempo en su especialización, dentro o fuera del país.
Las grandes corporaciones tienen otro concepto sobre la conveniencia de contar con gente preparada a su servicio.
No son pocas las empresas organizadas que contratan firmas especializadas, para que les impartan cursos, seminarios, talleres y entrenamientos a sus empleados.
El Estado dominicano pierde de vista que, a mayor preparación académica, mayor posibilidad tendrá el servidor público de ser eficiente.
Si alguna aprehensión existe, lo más lógico es que se le garantice a ese profesional empleo seguro y excelente remuneración.
A veces ese estilo de tacañería estatal cuanto provoca es que poca gente con elevado nivel académico aspire a prestar sus servicios a las instituciones públicas.
A menos que esté movido por el único interés de hacerse rico a expensas del erario.
A la administración estatal hay que someterla a una transformación en el orden gerencial.
FE DE ERRATA
En el primer párrafo (lead) de la columna de ayer se deslizó un punto involuntario. Debe leerse: 202 veces mayor