Un estallido cloacal en gestación

Un estallido cloacal en gestación

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El área metropolitana de Santo Domingo, comprendida entre las avenidas Ortega Gasset al este, John F. Kennedy al norte, Winston Churchill al oeste y la 27 de Febrero al sur se está convirtiendo en una peligrosa bomba de tiempo subterránea, que en un momento dado podría degenerar en serios problemas ecológicos y ambientales.

La razón de lo anterior es que esa zona, la más costosa de la capital y la que más rápidamente se está llenando de torres para apartamentos, no tiene un sistema adecuado de alcantarillado sanitario, ni pluvial, y en consecuencia todas las aguas residuales se envían al subsuelo mediante centenares de pozos filtrantes.

Pero al mismo tiempo ocurre que todas esas torres se nutren de un agua de servicio que extraen del subsuelo mediante pozos y bombas sumergibles con el fin de aportar un líquido para lavado y uso en los sistemas sanitarios. Es decir que el agua contaminada, en la forma de desperdicios sanitarios o de lluvias, es extraída de nuevo para ser utilizada en el lavado de pisos, usos en sanitarios, etc., lo cual está provocando un círculo vicioso muy peligroso para la salud.

Incluso no hay que dudar que cuando aumentan las enfermedades respiratorias e intestinales se debe sin duda la presencia de tantos contaminantes transmitidos a través de un agua sucia, que como quiera llega a estar en contacto con superficies y ropas, que supuestamente limpias, llevan esos virus tan peligrosos para los humanos.

El gran problema de esa zona metropolitana es que nunca se previó su explosivo crecimiento y la importancia que ha adquirido en el desarrollo económico de la ciudad, en donde un metro de terreno está por encima de los $15 ó $20 mil pesos, y conlleva a realizar inversiones en estructuras muy costosas para poder resarcirse de esa inversión, la cual queda incompleta cuando no tiene un sistema adecuado de drenaje para las aguas servidas.

Se impone buscar una solución, que ya no es barata, sino que resultaría muy costosa y traumática, debido a que abrir zanjas en todas esas calles para instalar un sistema de alcantarillado múltiple requiere de una tremenda inversión que ocasionaría severos inconvenientes, por varios meses o años, en el desenvolvimiento del tránsito en toda esa zona. Mucho más traumática que las excavaciones para el probable Metro.

El problema es delicado, y con la visión de un hecho consumado, de filtrantes descargando todas las excretas del sector y con pozos extrayendo un líquido contaminado podría planificarse en el sentido de establecer las condiciones de que el efluente de los enormes sépticos de las torres deberá ser filtrado al subsuelo mediante un tratamiento primario de químicos especiales, que irían desde el cloro hasta otros más refinados, que contribuirían a disminuir parcialmente el alto grado de contaminación de ese efluente.

Por otro parte, el líquido que se extraiga mediante pozos profundos, con bombas sumergibles para aliviar el consumo de agua en las torres, debería ser objeto de un tratamiento regulado por las autoridades, de forma que disminuyan los riesgos de las enfermedades que azotan a los capitaleños que residen en esa zona, y que siempre afecta más a la servidumbre de las mismas, ya que sus empleadores les limitan en el uso de agua potable o de otras facilidades que aseguren la salud.

Así mismo, en otras partes de la ciudad donde existe alcantarillado sanitario o pluvial también confrontan problemas los primeros ya que por el aumento de los usuarios las tuberías que originalmente se colocaron ya no son suficientes para desaguar adecuadamente, se van obstruyendo y explotan filtrando al subsuelo ese efluente, lo que se refleja en la superficie cuando las calles se hunden y existe una descarga continua de agua cloacal.

En definitiva, las autoridades deben ponderar con cuidado esta grave situación y darse cuenta de que con el crecimiento explosivo de la ciudad y la escasa respuesta para adecuar los servicios apropiados a todo ese crecimiento urbano, se requiere de medidas urgentes e ingeniosas que contribuyan a que el gasto real requerido no supere la capacidad de inversión del Estado, que tiene otras prioridades. Casi siempre los políticos en el gobierno son muy reacios a invertir en cosas que no se ven, como sería enterrar miles de metros de tuberías para mejorar la salud de la ciudadanía con adecuados sistemas de cloacas, tanto para aguas negras como aguas pluviales.

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