REDACCIÓN CENTRAL (EFE).- Reverenciado por la crítica, idolatrado por los lectores y con los máximos premios literarios hispanos en su haber, Mario Vargas Llosa sopló ayer las setenta velas de una torta de cumpleaños cuyo dulzor quizá sólo le amargue un fracaso: el de su candidatura a la Presidencia del Perú en 1990.
Algunos de los muchos enemigos que se ha ganado tras siete decenios sin pelos en la lengua quizá también apunten entre las insatisfacciones del más famoso escritor peruano vivo.
Pocos sinsabores más, al menos profesionales, cabría buscar en la vida de este literato cosmopolita nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa (Perú) y criado en Cochabamba (Bolivia), adonde su abuelo materno había sido enviado como cónsul.
Allí, con sólo 8 años, daría su primer balbuceo literario con una Carta al Niño Dios.
Su retorno a Lima poco después estaría marcado por un momento clave en su historial familiar, el encuentro con su padre, de quien su madre se había separado antes de su nacimiento.
En 1950, tras un intento fallido de ingresar en la Escuela Naval, entró en el Colegio Militar Leoncio Prado, que le marcó profundamente y plasmó luego en uno de sus primeros éxitos, La ciudad y los perros.
Antes de triunfar en las librerías, sin embargo, estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, y fue redactor en los diarios La Crónica y La Industria.
Su vida sentimental dio un vuelco en 1955 al casarse con Julia Urquidi, tía política suya y mayor que él, que luego reflejaría esa relación en la novela La tía Julia y el escribidor.
En 1959 obtuvo una beca para hacer el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, y sería en España donde ganaría uno de sus primeros premios, el Leopoldo Alas, por su colección de cuentos Los jefes.
Sin embargo, Vargas Llosa, como tantos intelectuales latinoamericanos de la época, sentía debilidad por París, adonde se mudó para residir varios años.
Tras divorciarse de su tía en 1964, al año siguiente se casó con una prima, Patricia Llosa, con quien se estableció en Londres y de cuya unión nacieron Álvaro (1966), Gonzalo (1967) y Morgana (1974).
Mientras, España sigue siendo el lugar donde recibe más reconocimiento. En 1962 su novela Los impostores publicada en 1963 como La ciudad y los perros recibió los premios Biblioteca Breve y de la Crítica Española.
Aparte de su cada vez más exitosa carrera literaria, asumió en los años 70 un creciente activismo que fue derivando desde la izquierda al liberalismo.
Así, su inicial idilio con La Habana -donde en 1965 fue jurado de los Premios Casa de las Américas- fue enfriándose tras conocerse en 1971 la represión sufrida por el poeta disidente cubano Heberto Padilla.
Parece ser que el alejamiento de Vargas Llosa de varios de sus amigos de juventud vino precisamente por motivos políticos.
El distanciamiento fue especialmente sonado en el caso de García Márquez, al que propinó un puñetazo en un cine de México en 1976 en un incidente del cual ambos siempre se han negado a dar detalles.
Sea como fuere, y tras regresar a su país, Vargas Llosa fue incrementando su activismo conservador.
En 1983, a petición del presidente Fernando Belaúnde Terry, presidió la comisión investigadora sobre el asesinato de ocho periodistas a manos de unos campesinos en Uchuraccay.
Finalmente, en 1990, da el gran salto y se presenta como candidato a la Presidencia peruana por el Frente Democrático (FREDEMO), partiendo como claro favorito en las encuestas.
Sin embargo, el desconocido Alberto Fujimori da la gran sorpresa y tras forzar una segunda vuelta, vence al laureado escritor, que decide volver a marcharse de su país para centrarse en las letras.
En 1993 obtuvo la nacionalidad española, sin renunciar a la peruana. Un año después se convirtió en el primer latinoamericano admitido en la Real Academia Española de la Lengua.
España siguió siendo también uno de los países más generosos a la hora de premiar su obra: Príncipe de Asturias de las Letras (1986), Planeta (1993) y Cervantes (1994).
El cambio de siglo no supuso cambios en el estatus de Vargas Llosa como escritor de éxito, como vino a corroborar La fiesta del Chivo, novela llevada ahora al cine por Luis Llosa, primo del autor.
Precisamente, el estreno de esa obra en la pantalla es el regalo extraoficial recibido por Vargas Llosa en su país, Perú, adonde regresó su escritor más celebrado para celebrar su cumpleaños y, quién sabe, hacer repaso de los muchos éxitos y algunos fracasos de setenta años de vida.