Un eterno círculo vicioso

Un eterno círculo vicioso

En materia de formación pedagógica el país alimenta un círculo vicioso que tiene resultados fatales. La paga poco atractiva hace que a la carrera de Pedagogía ingresen alumnos de bajo nivel cultural y el producto resultante, de baja calidad, va a parar a las escuelas con las consecuencias que todos conocemos.

El padre Ramón Alonso, rector de la Universidad Católica de Santo Domingo, duda que muchachos de familias acomodadas opten por formarse en una carrera muy mal remunerada, como es el caso de los educadores. La consecuencia lógica de todo esto es que son personas  con poco nivel cultural las que se inclinan por convertirse en profesores para ganar una plaza. Es evidente que se pone en juego la calidad de la enseñanza.

El país ha alimentado este círculo vicioso a pesar de que por décadas se ha insistido en la necesidad de mejorar la inversión en educación, lo que supone enfatizar en la calidad de la formación de docentes.

Y habrá que suponer que un maestro mejor formado adquiere méritos curriculares que deben ser reconocidos por vía de una paga digna. El no hacerlo le resta atractivo a la profesión docente y es lo que trae como consecuencia que la carrera solo resulte atractiva para gente de poca formación cultural, que luego va  a parar a las escuelas para transmitir conocimiento de la peor manera. Es un círculo vicioso que hay que romper.

 

Hay que hacer respetar el 911

De momento se barajan fórmulas para hacerle frente a la desfachatez de algunos ciudadanos, que se divierten a costa de un servicio tan necesario como el 911. Es indignante el altísimo número de llamadas para falsas emergencias que se hacen a este número. Y es deprimente que, existiendo los medios técnicos para localizar estas llamadas, no se haya hecho lo necesario para castigar severamente a sus autores.

   En otros países, llamar al  911 es una forma efectiva de iniciar la solución de alguna emergencia en la cual hay vidas en riesgo. En el nuestro, por desgracia, esta potencialidad está muy disminuida, aunque en muchos casos se logran los objetivos.

  Hay que legislar, hacer cuanto sea necesario, para castigar y desestimular la práctica de llamar por enfermiza diversión al sistema de emergencia amparado en el número 911.

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