Ellos llenaron nuestros días de música y alegría. Nos han dado más felicidad, incluso, de lo que podemos recordar. Por ello, en un gesto de desprendimiento gubernamental, el presidente Luis Abinader ha decidido pensionarlos.

 Los últimos artistas han recibido unas pensiones tan generosas que nos obligan a recordar a otros que no han tenido la misma suerte. Choca, por ejemplo, el caso de la viuda de nuestro amadísimo Johnny Ventura, ya que uno habría pensado que  la prolífica carrera del Caballo Mayor debería traducirse en ingresos por temas de derechos de autor  pero además parecía que le iba muy bien económicamente.

 Al pensar en esas pensiones no puedo más que recordar a los médicos, maestros, cantantes, bailarines… y funcionarios que tienen unas pensiones muy escasas y otros que no han querido pensionarse porque cobrarán mucho menos que su salario. ¿Por qué se pensiona a gente que nunca ha trabajado para el Estado en detrimento de quienes  lo han hecho? ¿Por qué, si ellos han tenido excelentes ingresos producto de sus carreras, tenemos que pagarles nosotros el retiro? ¿Por qué ellos y no los cañeros?

Es ilógico que se privilegie a gente que nada tiene con el Estado, mientras se golpea a quienes sí han trabajado muy duro por la sociedad. ¿Hasta cuándo vamos a perpetuar esa terrible costumbre?

Con el cambio de gobierno uno esperaba que ese tema cambiara. Pero no: jugamos a la sensibilidad para otorgar privilegios, mientras le negamos el derecho a quienes lo merecen. Mi padre, ya lo he dicho otras veces, trabajó más de 40 años en el Luis Eduardo Aybar y su pensión no alcanza ni los 60 mil, mientras mi madre es cantante del Coro Nacional y seguro que la pensionarán con una suma muchísimo menor.

La mayoría, sin embargo, tiene mucha menos suerte que mis padres y reciben pensiones mucho más exiguas. Pero ellos, los artistas, son los que se llevan el mejor trato. ¿Es porque son famosos? No es justo.