A pesar de haber sido un potentado y de pertenecer a una de las familias de mayor abolengo del país, fue un decidido bienhechor condolido de los pobres a quienes dedicaba su compañía y parte de su fortuna.
Además de atender sus negocios se ocupó de impulsar el desarrollo urbanístico de la capital, desde el Consejo Administrativo de Santo Domingo, y de servir en instituciones caritativas. Los más desposeídos lamentaron su partida a destiempo luego de una intervención quirúrgica en Estados Unidos.
Pero también lo despidieron entre desesperados sollozos los moradores de Boca Chica, donde pasaba feliz sus mejores días. Allí pidió que lo sepultaran y fue complacido: una llamativa lápida en el templo principal de ese municipio mantiene vivo su recuerdo, además de una calle con su nombre.
En Santo Domingo fue tan querido y apreciado que denominaron una vía en su honor estando él vivo. Es, por suerte, una de las más populares del sector, pues estos son los únicos homenajes que ha merecido para que no desaparezca de la memoria colectiva.
Juan Bautista Vicini Perdomo no dejó descendencia ni tuvo larga vida, quizá por eso es tan escasa la documentación sobre su historia. Apenas se localizó la foto suya repetida varias veces en la prensa tras su muerte. Lo que abundan son los artículos de opinión destacando su generosidad.
“Don Juan Bautista Vicini Perdomo era un hombre que siempre tenía las manos abiertas como fuente maravillosa de bondades. La carta angustiada que llegaba hasta él, la voz de un amigo que pedía ternura para una vida rota, el eco de la angustia que fuese, encontraba en el alma de don Juan el rasgo y el remedio que precisara”, escribió Fernando Forteza en “Llanto por la muerte de un hombre bueno”.
Agregó que se trasladaba a humildes casitas a socorrer enfermos con medicinas y alimentos y que siempre llegaba con un médico.
Igual apoyó económicamente a estudiantes sin recursos económicos y a viudas “tristes y atormentadas”.
También a sus colegas del comercio para que sus empresas “fuesen fuentes de pan y de hogar de gentes trabajadoras y buenas. Su corazón estuvo abierto a todo rasgo bueno y bello, porque gozaba haciendo el bien a los demás, porque callada, silenciosamente, a veces sin que supieran que era él, dulcificaba angustias y arrancaba dolores… Era ancho su corazón”. Dice que además tenía inteligencia y una vasta cultura como su complemento.
Las crónicas de La Nación y El Caribe coincidían con estos juicios. “Era emprendedor, de excelentes cualidades morales. Complacíase en la ayuda a los necesitados. De ahí que muchos pobres estén sintiendo su inesperada desaparición, junto con cuantos pudieron aquilatar la bondad de su alma en el seno de la amistad”.
Boca Chica. En artículos y reportajes se destaca el amor de Vicini Perdomo por Boca Chica, que siguió hasta la muerte. Después de los oficios religiosos en la capital se inició un desfile hacia el poblado “donde solía pasar sus días de descanso y solaz, siendo uno de sus lugares predilectos al extremo que dispuso, desde mucho antes de su muerte, y cuando tal vez no sospechaba siquiera que esta le sorprendería tan pronto que se le diera cristiana sepultura al ocurrir su deceso”.
Vicini era “religioso de veras, creyente sin dudas, católico, apostólico y romano que cumplía todos los preceptos de su culto, fue enterrado en la iglesia de aquel poblado, en el mismo centro de la región por la que sintió tanto cariño y a la cual procuró ayudar mostrándose siempre dispuesto a contribuir a todo esfuerzo que para ella significase progreso y bienestar”.
La resolución que decidió que una calle de ese lugar llevase el nombre de Vicini Perdomo expresa que “admiraba las bellezas naturales de Boca Chica, se esforzó por el adelanto de esa villa e hizo al municipio donaciones de importancia, entre las que se destaca el templo que en esa bella localidad ofrece digno albergue a la fe católica de sus moradores y donde descansan hoy sus restos mortales”. En 1959 fue llamada Juan Bautista Vicini Perdomo “la anterior calle Bernabé Hungría, que se extiende desde la playa hasta la Autopista General y que pasa frente al parque y a la iglesia católica”.
“Vivía aislado”. Juan Bautista nació en Santo Domingo el nueve de febrero de 1881, hijo del italiano Juan Bautista Vicini Cánepa y de Mercedes Laura Perdomo Santamaría. No se localizaron noticias de sus estudios y ninguna imagen original suya. Hay que ser cuidadosos pues este nombre se repite en la familia y un miembro puede confundirse con el otro.
Estuvo casado con Consuelo Amelia de Marchena Damirón.
Fundó la Asociación Dominicana de Productores de Azúcar. Durante varios años presidió la Compañía Anónima de Exportaciones Industriales, la Compañía Anónima de Inversiones Inmobiliarias, la Cristóbal Colón, C. por A. Murió siendo miembro del Consejo Administrativo de Santo Domingo, que dispuso tres días de duelo. Las misas, los mensajes de condolencia, oficios religiosos y ponderaciones abundaron.
Falleció el 14 de junio de 1949, en el Medical Center, de Nueva York, donde fue sometido a una cirugía que tenía carácter de urgencia. “Pero la ciencia no pudo salir airosa en su lucha contra la aguda dolencia que venía minando vida tan útil”, consignó La Nación.
Su primo Angiolino Vicini escribió: “Vivía aislado y aisladamente se fue… Juan Bautista, ¡cuán amarga es tu ausencia!”.