MADRID. AFP. Los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, presidieron este lunes en Madrid un solemne funeral de Estado que supuso el último acto de despedida al primer presidente de la democracia española, Adolfo Suárez, fallecido el pasado 23 de marzo, a los 81 años de edad.  

El cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, junto al presidente del gobierno Mariano Rajoy y el hijo de Suárez, Adolfo Suárez Illana, recibieron al monarca a la entrada de la catedral de la Almudena de Madrid, donde varias docenas de personas hicieron cola para conseguir una plaza en el interior del templo.

Suárez «es el mejorcito (presidente) que hemos tenido. De haber tenido sucesores como él, esta España estaría bastante mejor que lo que está», afirma a la AFP Fidel Carrasco, un jubilado de 72 años, que esperó en un gris día madrileño.

«Toda la gente le tiene mucho afecto y mucho cariño. Trajo muchas cosas, trajo la libertad», recuerda Marina Vázquez, de 75 años, sobre el hombre que gestionó el paso de la dictadura franquista a la democracia en España.

«Sirvió a los españoles con rectitud y fortaleza en uno de los momentos más cruciales y delicados» de la historia reciente de España, afirmó Rouco Varela en su homilía.

«Buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la Guerra Civil: los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar», añadió el cardenal-arzobispo de Madrid ante la atenta mirada de los reyes de España, y el heredero de la Corona española, el príncipe Felipe, y su esposa, Letizia, vestidos de riguroso negro.

A la ceremonia asistieron también los expresidentes Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, junto a personalidades extranjeras como el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.

Este funeral de Estado constituye el último acto de despedida a Adolfo Suárez, fallecido el 23 de marzo en una clínica madrileña, donde había sido ingresado por una infección respiratoria tras más de una década aquejado de Alzheimer.

Al día siguiente de su muerte, decenas de miles de españoles desfilaron por su capilla ardiente en el Congreso de los Diputados para rendirle un último homenaje.

Presidente del gobierno desde 1976, durante su mandato se llevaron a cabo las principales reformas para que España se convirtiera en una democracia, como la legalización de todos los partidos políticos -incluida la polémica legalización del Partido Comunista-, una amnistía a los presos políticos y la redacción de la Constitución y su aprobación por referéndum en 1978.

Sin embargo, a partir de 1979, año de su segunda victoria electoral, emprendió un declive debido a problemas en su partido, la crisis económica, la agitación militar, el problema de la autonomía de las regiones españolas y los atentados de la organización armada independentista vasca ETA, que llevó a su dimisión a principios de 1981, poco antes del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de ese año.