Un gallo por un revólver (cuento)

Un gallo por un revólver (cuento)

Anteriormente ocurría que cuando un recluta se graduaba en la academia de la Policía, podía pasar mucho tiempo sin que se le cargara el arma de reglamento. Debía conformarse sólo con portar una macana.

Sin embargo, durante el régimen del tirano Rafael Leónidas Trujillo había un coronel en la policía cuya afición por las peleas de gallo era conocida por todos.
Valiéndose de este detalle, un recluta de los lados de Santiago viajó a la capital con un gallo de calidad bajo el brazo.

Ya en el Palacio de la Policía Nacional pidió que le permitieran pasar al despacho del jefe.

Tras hacerle el saludo de rigor, le dijo lo siguiente:

-Mi comandante aquí le traigo este gallito para ver si me consigue un revólver.

Con una mirada quemante y en actitud regia el alto oficial le contestó:

-¿Y quién le dijo a usted que yo ando cambiando revólver por gallo?

A seguida ordenó que saliera y que empezara a correr en la explanada caliente y desnuda con todo y ave hasta que él le dijera lo contrario.

Al cabo de una hora, el recluta entró al despacho asesando y con el gallo empapado de los goterones de sudor que le cayeron.

-¡Retírese con todo y animal!- le ordenó bruscamente.

Cinco días más tarde, un oficio llegó al Cuartel General de Santiago ordenando que al recluta le cargaran un Magnun 357 niquelado y con el cañón reforzado.

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