Aspiro a una sociedad basada en derechos. No me interesan los sueños de políticos ni promesas de mesías. No quiero sueños, quiero derechos porque es la única defensa de la ciudadanía.
Aspiro a vivir en una sociedad que reconozca que las personas por su condición de seres humanos son portadoras de derechos. Aspiro a una institucionalidad que me reconozca como ciudadano, que me reconozca como portador de derechos. Aspiro a una sociedad solidaria.
No son aspiraciones estrambóticas. La gran mayoría de países lo han logrado. En RD, sin embargo todas las mediciones indican un deterioro en el Estado de derecho y un proceso de concentración de poder que erosiona los derechos ciudadanos.
El partido político gobernante de los últimos ocho años se ha convertido en una corporación. Se ha vaciado de contenidos y ha entrado en una lógica del poder por el poder, donde la población es desechable y solamente es relevante en los procesos electorales. En esa lógica, la población es comprable a través de bacheo de calles, regalando pollos, con tarjetas de SENASA, electrodomésticos y quien sabe cuántas cosas más. La ciudadanía no tiene derechos, a menos que sea parte o allegada a la corporación.
Frente a esa situación el candidato oficialista, miembro de la corporación reproduce la lógica de la exclusión y de la lealtad endogámica con la corporación. Está atrapado en las fuerzas sociales que lo sostienen. Está atrapado por la lógica de gobernabilidad de la corporación. Lo demás es retórica, fantasías y sueños de mesías que llegarán hasta donde lo permita la corporación y las relaciones de poder dentro de ella.
Rechazo esa opción porque tiene vocación a crear un pensamiento único, a ser autoritaria, a fortalecer la exclusión y a crear un partido único por vías espurias.
Frente al oficialismo está el retador. El David que enfrenta el poder de Goliat. El David que enfrenta el poder avasallante del Estado-corporación, el poder de la mayoría de los medios de comunicación, que enfrenta la calumnia, el insulto, la campaña sucia, las prácticas fachistas y el uso y abuso de los recursos públicos.
Él es un dominicano humilde y sencillo, como la gran mayoría de nuestro pueblo. Que reconoce haber cometido errores y haber aprendido de ellos. Pero lo más importante, que entendió que para gobernar necesita a la gente, de la movilización social, del pueblo organizado porque enfrenta a una corporación que no le tiene lealtad al bienestar de la población sino a la acumulación de capital. La lógica de la gobernabilidad lo obliga a pactar y gobernar con la gente. Esta es la oportunidad de tener un gobierno de la gente y con la gente. No lo desaprovechemos. Votemos por el Sr. Hipólito Mejía.