Los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, configurados para garantizar contrastaciones y equilibrios democráticos, tienen desde ayer agendas de marca mayor que para dos de ellos incluye acometer significativas reformas institucionales incluyendo la constitucional, la Fiscal y la de reducir la dimensión de uno de ellos en su vertiente de diputados. Teniendo el país motivos para la intranquilidad por el claroscuro del mundo exterior y las trascendentales metas incumplidas localmente.
Esto ante un panorama de complicaciones cercanas y lejanas capaces de influir negativamente, y con gran tensión, sobre las relaciones pacíficas y ordenadas entre los Estados con obstáculos al comercio exterior y costos de cereales que el país no produce y de petróleo con el que tampoco cuenta y del que no se puede prescindir. Con el naufragio político y social de Venezuela en la acera del frente, que incluye ruptura de vínculos históricos, y las amenazas a la paz mundial que no retroceden ni en Ucrania ni en la franja de Gaza. El contexto de la globalidad moderna no es favorable para nadie.
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Sombras que condicionan las proyecciones hacia el futuro aunque República Dominicana brilla desde esta cuenca del Caribe por su ejemplar estabilidad política y económica; con reconocimientos en esta misma semana de que sigue liderando el crecimiento en la región con marca de 5.2% anual y elogios para las autoridades nacionales, incluyendo las financieras, por la robustez que contrasta con la situación de algunos vecinos. Una marcha “sobre ruedas” en el decir coloquial.
Tras su optimista discurso inaugural del segundo mandato cuatrienal ayer en el que notablemente se limitó resaltar los aspectos positivos sin compararlos con lo magnitud de problemas e insuficiencias que agobian a la nación, se puede hacer abstracción de su oratoria al trazar un panorama de la realidad dominicana que aspira a ser amplio y equilibrado
Una solidez con antecedentes que, como bien apuntaba el economista crítico exgobernador del Banco Central, José Lois Malkum, incluyen el buen manejo de la pandemia de covid-19 con categoría de referente para otras naciones, lo que se tradujo en un crecimiento recuperador del 12.4 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2021; dicho esto en el marco de un foro reciente para analizar “el desempeño de la economía dominicana en medio de un entorno adverso” con recuento de los principales desafíos socioeconómicos a los que se ha enfrentado el país en un lustro.
HACIA LAS METAS
Aunque no resulte en una preocupación mayor para el presidente Luis Abinader, que el año pasado reclamó el mérito de haber sido el único gobernante que en 25 años redujo la deuda pública, desde el litoral de los analistas y observadores independientes y organismos multilaterales se ha insistido en que el país debe reducir su ritmo de endeudamiento, algo que al menos el economista Guillermo Caram reconoció recientemente que se está logrando.
En cambio, desde la bancada de diputados de la oposición se ha argumentado que la deuda del Gobierno está muy distanciada de las informaciones de organismos oficiales sobre los niveles que debe preservar en relación con el Producto Bruto Interno. Una alarma que llevó a decir que la agenda legislativa se ha seguido llenando con deudas nuevas, contrario a las recomendaciones anteriores al presente del Fondo Monetario Internacional que de algún modo ha atenuado sus objeciones al nivel de endeudamiento en el marco de otras significativas conquistas nacionales.
Los legisladores cuestionadores coincidían con opiniones recogidas en un reciente encuentro de especialistas y expertos tributarios en el que se destacaba el reconocido Ricardo Penfold, quien proclamó a la franca que preocupa la tendencia al “alto nivel de la deuda pública dominicana”.
Había explicado que “no es algo que se deba ver como muy malo, como que la economía va a estallar, sino verlo como algo preocupante”. La visión que ha exteriorizado el presidente Abinader es diferente: “Es normal que la oposición esté tratando de buscar defectos, eso es la democracia”. Aseguró haber logrado reducir fuertemente la deuda por concepto de “cuentas por pagar” de los más de RD$72,747 millones que se registraban en agosto de 2020 a su llegada al poder, hasta apenas RD$18,850 millones al cierre del año 2021 con un descenso de RD$53,800 millones en el periodo. Habría que ver con minuciosidad lo que ha ocurrido de ahí en adelante.
RENUENCIAS EN PIE
Contra el ideal del presidente Abinader de abrir camino mediante consensos hacia un nuevo y actualizado texto constitucional sin apoyarse en la mayoría congresual aplastante de la que emergió en las elecciones de mayo pasado, la actitud de la oposición en el litoral legislativo refleja las orientaciones de sus liderazgos partidarios opuestos rotundamente a que sea por ese camino que se pretenda comenzar las reformas. Para este fin, y contra las aspiraciones conciliadoras del jefe del Estado, el poder de minorías es suficiente para aguar la fiesta.
Abogan con resonancia, en coincidencia incluso con juristas y economistas independientes, porque a partir de este comienzo de cuatrienio el Gobierno se enfoque en propulsar otras “reformas y leyes trascendentales que fueron promesas de campaña pero que aún no avanzan en las cámaras legislativas”. Las consideraron más importante que modificar la Carta Magna. Procede tomar en cuenta la ausencia de un Código Penal moderno y eficiente contra la criminalidad ascendente, necesitado con máxima urgencia y que no se concreta por falta de voluntad política y la ausencia de un fuerte liderazgo oficial que desbroce el camino hacia su vigencia. ¿Porqué falta aquí el énfasis que sobra para otros temas?
Puntualmente el propio economista Lois Malkum, generalmente identificado con las líneas políticas y económicas de la administración que se renueva, ha sostenido que los principales desafíos sociales y económicos que enfrenta la República Dominicana para lo inmediato son la reestructuración del sistema tributario, la reforma al Código de Trabajo y al de la Seguridad Social y “resolver el problema de las pérdidas del sector eléctrico” y planteó:
“Hay una gran cantidad de reformas legales e institucionales que están pendientes y que son sumamente importantes para dar un salto del crecimiento económico al desarrollo”. En los hechos el oficialismo persiste en demorar y eludir enfocarse en la fiscalidad como si le pareciera un clavo caliente, con riesgos de rechazos ciudadanos que se prefiere postergar sin mayores consecuencias para su plan central de ejecutorias.
Sin disposición a conceder preferencia a modificaciones de políticas y leyes que con especificidad sirvan para reducir gastos y una burocracia recrecida a la que el clientelismo siempre está dispuesto a expandir; que cese el dar permanencia al tratamiento financiero sin equidad que menoscaba severamente la autonomía y operatividad de los ayuntamientos, entre otras dramáticas urgencias. Sobre la bitácora reformadora apareció de súbito una rebelión de fiscales respondida en el acto con una extirpación del objetivo de modificar al Consejo del Ministerio Público.
LO PENDIENTE
Sobre el Poder Judicial, independiente lógicamente hasta cierto punto y limitado a ciclos de vigencia diferentes a las de otros ejes del Estado, el cuatrienio comienza ensombrecido por preocupantes señales por la absolución por la Suprema de los dos únicos inculpados previamente que quedaban en el caso Odebrecht. Para el Diario Libre y otro entes de opinión, todo esto: “hace poner en dudas aunque no se quiera, el resto de los procesos anticorrupción”.
El caos urbano e interurbano predomina con sus peores manifestaciones sobre la capital de la República y no puede alegarse que solo compete a los gobiernos municipales resolverlo si afecta con mucho peligro para la vida sobre el tránsito en sentido general con alta tasa de mortalidad y áreas arrabalizadas de notables perjuicios para la comunidad e imagen nacional.
Con sobresalientes bolsones urbanos deprimidos en la localidad en la que se expresan todos los poderes del Estado y las cumbres de negocios: Santo Domingo de Guzmán. Un perfil para el pesimismo contra la soñada expansión del turismo hacia la ciudad primada de América y que tiene convertidas en trágicas rutas interurbanas y de descrédito internacional a la principal zona hotelera del país por la letalidad sobre ruedas: la del Este un pilares de la economía nacional.
En materia educativa, la deuda social sigue siendo grande. El año pasado el diagnóstico de un militante obispo dominicano ligado a lo académico y a los males de la enseñanza en una zona socialmente deprimida del país fue el siguiente: “La educación en la República Dominicana se encuentra en un momento crítico debido a los bajos niveles de calidad educativa y la corrupción endémica que ha convertido la conquista social del 4% para la educación en un mal repudiable”.