Un grado centígrado, ¿qué importa un grado?

Un grado centígrado, ¿qué importa un grado?

En el siglo XVIII, se propusieron varias escalas que permitían medir las temperaturas, las más comunes han persistido y son las de: Daniel Gabriel Fahrenheit en 1724 y la de Anders Celsius. La escala Fahrenheit que se usa exclusivamente en los EE.EE.U., define el punto de congelación del agua como 32 °F y la Celsius llama esa temperatura 0 °C, el límite superior coincide con la ebullición del agua que Fahrenheit la denomina 212 °F, mientras que para Celsius son 100 °C.
Posteriormente, en 1848 William Thomson (Lord Kelvin) inventó la escala absoluta, usando principios más complicados de termodinámica y mecánica clásica, le asignó el 0 °K, también denominado frío absoluto, a la temperatura más baja posible en la que las partículas subatómicas no se mueven, ya no vibran.
El cero absoluto equivale a -273.15 °C, Kelvin definió su escala usando la de Celsius. Con estos datos tenemos suficiente convertir de una escala a otra. En los trabajos científicos normalmente se usa el sistema métrico que incluye los grados centígrados y los Kelvin.
Nuestro tacto es sensible a las temperaturas pero no hasta el punto de distinguir si un cuerpo tiene 5 o 6 grados C o F, notaremos, sin embargo, que está frío; alternativamente, tampoco notamos si tiene 110 o 111, sabremos que está caliente pero precisar la temperatura necesitamos un termómetro, es decir, un medidor de temperaturas. Quizá influidos por nuestro tacto nos hemos hecho a la idea de que un grado es poca cosa, no obstante, sucede que nuestro propio cuerpo nos señala la importancia de un grado; veamos, si nuestra temperatura corporal es 37 °C, estamos saludables pero si es 38, nuestro cuerpo está dando señales de que algo anda mal. Un simple grado centígrado es indicativo de que debe asistir al médico.
El océano Pacífico baña la costa occidental del continente americano con una corriente fría, una parte de ella se denominada Humboldt y alcanza desde la Patagonia chilena hasta más o menos, el paralelo que pasa por Ciudad México; al nivel de ese, la corriente gira en dirección oeste, hacia Indonesia. Si esta corriente que normalmente es fría aumenta un grado su temperatura, estamos en presencia del fenómeno denominado: El Niño. Por cierto, está ocurriendo en estos momentos. Este fenómeno recibe su nombre porque primeramente fue observado en Perú alrededor del 25 de diciembre, coincidiendo con el nacimiento del Niño Jesús; se dieron cuenta porque cuando aparecía la pesca de anchoas disminuía considerablemente.
Recientemente, científicos en Ciencias Atmosféricas de la Universidad Estatal de Colorado, EE.UU.A., pudieron establecer que el Niño no solo hacía emigrar las anchovetas, sino que el aumento del grado centígrado que lo causa, tiene consecuencias meteorológicas catastróficas en América del Sur, África y más allá; también en la RD. Por ejemplo, partes de Suramérica sufren intensa sequía, mientras otras quedan sometidas a lluvias torrenciales e inundaciones. Similarmente pasa en África. La sequía que hemos y estamos padeciendo es fruto del Niño.
Los registros indican que la temperatura del planeta ha subido alrededor de un grado centígrado, quizá un poco más, el lector que tenga la oportunidad de ver fotografías comparativas de los glaciales alpinos podrá comprobar la enorme reducción del área de hielo permanente ocasionada por ese aumento. En el Ártico y en la Antártica el deshielo es alarmante.
Toda el agua que resulta de los deshielos mencionados va a parar a lagos, mares y océanos, de ahí que se habla de un aumento en los niveles normales de ellos. Las proyecciones que se hacen sobre el alza de nivel varían dependiendo de si se logra o no controlar el alza de la temperatura global, alzas de nivel de 5.00 metros y mayores se mencionan con frecuencia. Si un alza de esa naturaleza ocurriera, muchas áreas de costas bajas, playas y ciudades quedarían inundadas, tendrían que ser abandonadas y reubicadas. Toda la infraestructura de las ciudades que hoy damos por hechas: acueductos, aeropuertos, calles, autopistas, etc., deberán ser construidas nuevamente. Los consecuentes costos y gastos de estos conducirían a tremenda catástrofe universal.
Nótese que si el nivel del Atlántico sube un metro, por ejemplo, la altura de las olas que producen las tormentas se sumarían a ese metro, por tanto, las inundaciones cubrirían no solamente las áreas con altura menor al metro sino que llegarían a la suma de ambas alturas. Para nuestro país, una situación de la naturaleza descrita sería un golpe mortal.
El lector concluirá conmigo que un grado centígrado no es tan insignificante como en principio parecía.

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