Un gran consejo

Un gran consejo

LEONOR ASILIS
 En el Evangelio de hoy, Jesús nos advierte sobre qué debemos hacer frente a la conducta de los fariseos. Cito: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen”. Palabras fuertes que deben remover nuestro interior y revisarnos profundamente.

¿Somos fariseos? No todo esta perdido. Aun podemos cambiar, arrepentirnos, dejarnos transformar por Él, y sólo con Él.

Si tenemos la dicha de ser auténticos en nuestros actos y motivaciones, ¿debemos acaso dejarnos intimidar, desmoralizar, por aquellos que en alguna forma se comportan como fariseos aún teniendo misiones trascendentes como la predicación? ¿Debemos dejar a la Eucaristía, al Cursillo de Cristiandad, Grupo de Oración…?

No. El Señor es claro en esto. Nuestro objetivo es Él, y si por desgracia tenemos frente a nosotros alguna vez a alguien que predique su Palabra y no la cumpla, debemos de mirar más allá y recoger las perlas en medio del fango.

Nuestra aspiración es crecer en Santidad y nobleza para darle la mayor gloria.

Muchos se pierden de esta bendición, por abandonar el Camino, por creer que todo esta perdido. Y no es así. A nosotros no nos corresponde el juzgar. Nos debe mover a actuar, a ser mejores, a promover a quienes nos rodean, a evangelizar desde nuestras posibilidades, a perdonar a quienes nos ofenden aun sea a nosotros mismos. A seguir adelante, a correr hacia la meta, la que nos lleve a recibir la corona del cielo.

San Pablo es un gran motivador en este sentido. Sus cartas dan fiel testimonio de su búsqueda incesante. Su vigilancia en el caminar, su interés en impulsar a los hermanos en esta carrera espiritual. Este gran apóstol es quien exhorta a predicar a tiempo y a destiempo.

San Agustín nos explica magistralmente lo que quiere decir esto. Entiende que a tiempo se refiere en el momento que consideramos oportuno, y a destiempo el que creemos que no lo es. Es enfático en esto. A nosotros nos corresponde tirar la semilla, el que germine o no, no depende de nosotros. La semilla es la Palabra de Dios. No importa de donde venga la semilla, lo importante es que la cuidemos, la abonemos, para que crezca y de muchos frutos para servir a los demás. Solo sirve quien sirve. El que quiera ser el primero, que sea el último. El que se humilla será ensalzado.

Este consejo no lo dio cualquier consejero. Lo da Jesucristo, Salvador del mundo. El que predicó con su palabra y con su vida. El humilde Dios. El que nos habla en el interior y nos guía hacia el Padre.  El que nos ama y nos espera siempre. Quien hoy nos vuelve a invitar, a acercarnos a Él.

Leonor.asilis@verizon.net.do

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