Un gran dolor de cabeza para RD

Un gran dolor de cabeza para RD

LUIS ACOSTA MORETA
Es innegable que la República Dominicana es el país que hace frontera con la hermana República de Haití. También es innegable que la situación económica, política y social de ese país es cada día más compleja. No nos cabe la menor duda de que el problema de Haití es un problema sumamente complejo y de difícil solución. La situación de miseria, de inseguridad, la falta de institucionalidad y la incapacidad de dar respuesta a los grandes problemas económicos, sociales y políticos de la nación haitiana, por parte de las autoridades de ese país por un lado y por parte de los organismos internacionales por el otro lado, crean una situación sumamente delicada a las autoridades dominicanas.

Para nadie es un secreto que el flujo migratorio de haitianos hacia la República Dominicana es cada vez mayor. Desde Pedernales, hasta el municipio de Pepillo Salcedo, provincia Montecristi, vemos a diario transitar a cientos de haitianos a pie, en moto-conchos, en camionetas, y en guaguas, tratando de ubicarse en el territorio dominicano, con la esperanza de que su situación económica vaya a cambiar. Esperanza esta que es propia de todos los emigrantes.

La crisis haitiana se ha internacionalizado solo en la declaraciones de intenciones de los organismos internacionales y en aquellas ONGs, que viven de esa crisis. Pero en la práctica, no se ha podido dar repuestas concretas al problema haitiano. Obviamente soy de los que cree que la solución a este problema hay que buscarla, motivarla desde adentro, no desde afuera como hasta ahora se ha intentado hacer.

En ese tenor, pensar que la República Dominicana pudiera ser el escenario ideal para enfrentar el problema haitiano, me parece que no es atinado. De hecho la República Dominicana, por ser el país que hace frontera con Haití, lleva en sus hombros la carga pesada de esa nación.

Muchos grupos que viven del oportunismo y de la desgracia de los otros, en este caso del pueblo haitiano, han proyectado la imagen de que los dominicanos y las dominicanas, rechazamos al pueblo haitiano; han vendido la imagen de que somos anti-haitianos. Pero eso no se corresponde con la realidad. La interrelación que hay entre estas dos naciones es cada vez mayor y ha existido históricamente un vaso comunicante entre uno y el otro.

Cientos de haitianas parturientas vienen a los hospitales de la frontera a dar a luz. Miles y miles de haitianos viven en fincas de dominicanos y desde ahí se trasladan a otras fincas vecinas a ganarse el pan de sus hijos y cada dos o tres meses van a su país a llevar a su familia lo que se han ganado aquí en territorio dominicano.

Querer vender la imagen y la idea de que los dominicanos rechazamos a los haitianos es falso. Son estos, grupos que viven de eso, para poder justificar ante los organismos internacionales que ellos están trabajando en pro del desarrollo del pueblo haitiano. Y muchos organismos internacionales le han seguido el jueguito a esas ONGs, también para ellos justificar el manejo de recursos económicos que le suministran los países desarrollados.

En ese sentido la República Dominicana debe pensar en un plan estratégico serio para poder trazar políticas migratorias que respondan a esa realidad de hambruna por un lado y de inestabilidad política y social por el otro lado que está al cruzar la masacre.

Cada país es soberano y traza sus políticas migratorias, siempre defendiendo sus intereses como país-nación. Ese juego de chantaje hay que detenerlo. Si no actuamos a tiempo, en un futuro no muy lejano, pudiéramos vernos envueltos en grandes problemas sociales y políticos a raíz de la ingobernabilidad que cada día es mayor en el territorio haitiano.

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