Un hada madrina

Un hada madrina

HAMLET HERMANN
Nada hay como contar con la protección de un hada madrina. Esos son seres que, discretamente y sin aspavientos, orientan y protegen a aquellos individuos que disfrutan vivir sobre el filo de una navaja. La mayoría de las veces es saludable hacerles caso a esas protectoras porque fueron concebidas para el bien y lo hacen sin buscar nada a cambio.

Un día de esos, el hada madrina, que podríamos llamar Pandorita, decía: «La mayoría de las veces el orden es bueno. El orden es lo que hace el día y la noche, el calor y el frío. En definitiva, el orden crea las contradicciones, las paradojas y los patrones de comportamiento. Por ende, fabrican las rutinas que permiten que se encuentren con facilidad las llaves de la casa sin tener que buscarlas entre medias y calzoncillos. Ese es el orden que facilita muchas cosas.

Pero ojo, dice Pandorita. Si se aferran totalmente al orden y a la rutina, a final de cuentas saldrán perdiendo. Con tanta rigidez gobernando sus respectivas vidas, se pierde la oportunidad de mejorar la sociedad y las relaciones entre los que en ella viven. De seguir así estaría siempre en el mismo sitio y perdería la oportunidad de conocer otras tierras, nuevos caminos, nuevas flores y nuevas pasiones. Incluso con tanta disciplina no aprenderán palabras nuevas cuando las que han estado usando pierden el filo y dejan de incidir donde antes lo hacían. Ese orden hay que ayudar a modificarlo cada cierto tiempo y, si fuera necesario, alterarlo para mejorarlo.

Algunas veces el orden se rompe por elección propia. En otras se ven forzados a hacerlo por decisión ajena. Por eso deben ser capaces de diferenciar cuando la ruptura es una bendición o es un castigo. Eso dice Pandorita cuando trata de explicar la ruptura del orden o el desequilibrio de la situación imperante.

Supóngase de viaje y su equipaje se extravía por obra y gracia de la línea aérea o la desorganización reinante en un aeropuerto. ¿Cortarse las venas o amargar el resto del recorrido por esto? ¡Nunca! El hada madrina aconseja que se adopte ese conflicto como si hubiera decidido comprar ropa nueva. También puede disfrutar de la profundización de la fraternidad cuando un amigo le presta su ropa para sustituir la escasez del momento. Lo normal en estos casos es que, aunque pasen muchos días, la maleta aparezca y la reciba entonces con el amor que nunca le había tenido a la muy usada ropa.

Igual opina Pandorita, el hada madrina, sobre aquellas situaciones en las que, por unilateral decisión de la línea aérea informan que el vuelo programado ha sido suspendido. Sin equipaje de nuevo y sin visa del lugar del conflicto, los planes trazados se desmoronan como un castillo de arena en la playa de Sosúa durante el invierno. ¿Cortarse las venas o amargarse la vida? Nunca, dice Pandorita. Es en esos momentos cuando hay que tener los ojos y el corazón abiertos para conocer nuevos rostros y aprovechar las oportunidades que yacían escondidas detrás de la casualidad. Y puede resultar, como muchas veces ocurre, que lo malo de la suspensión del vuelo se traduce en sumas positivas. Descubren entonces que habían olvidado incluir a este lugar como fuente de informaciones interesantes para los planes que se habían trazado. La oportunidad toca a la puerta pocas veces en la vida y hay que saber identificarla y recibirla con todo el amor que merece

Y las hadas madrinas también son buenas porque ayudan a escribir un artículo para el periódico cuando la mente de quien habitualmente escribe anda en otra cosa, de viaje entre neumáticos y rieles, y pensando cómo cambiar el orden vigente para evitar el desorden en ciudades que se merecen algo mejor.

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