¡Un hijo de Bonao se va a la eternidad 

¡Un hijo de Bonao se va a la eternidad 

Tuve en Bonao una vida muy intensa de trabajos profesionales y comunitarios y, como tal, me integré a fondo con esa comunidad, a la cual le dediqué muchos años de mi vida, con tal de ayudar a su superación, aprovechando de la mejor manera la presencia de una importante empresa minera, que estaba abierta a recibir las orientaciones adecuadas para beneficio de la población.

Ese contacto permanente con la colectividad de Bonao me llevó a integrarme con sus fuerzas vivas y trabajar en beneficio de las mejores causas, pero tuve de frente a quienes consideraban que no se estaba procediendo de la mejor manera. En consecuencia, las críticas eran abundantes, que casi en su totalidad, eran por desconocimientos o por obcecaciones políticas.

En ese trajinar de los días en Bonao, con el trabajo profesional y el comunitario, tuve la dicha de entrar en contacto con los mejores valores de esa comunidad, que buscaba ansiosamente un sitio en el desarrollo nacional; sus valores humanos más inquietos trabajaban de manera que se alcanzaran los logros para un mejor progreso de la comunidad.

Así conocí a Gilberto de la Rosa, que en un primer momento en su juventud fue avasallador en su amor por su terruño y sus deseos de buscar lo mejor, y por tanto rivalizaba en su enconada oposición a la presencia de una multinacional en su suelo con su afán comunitario.

Gilberto de la Rosa se nos ha ido físicamente, y la ausencia de su presencia, deja en el ánimo de sus amigos el vacío de como un ser humano, surgido de un hogar humilde, pudo ser un estandarte para luchar por los mejores intereses de su comunidad.

Sus esfuerzos los encaminaba en torno a los clubes de servicio, a la educación y sus orientaciones en libros y artículos para destacar su preocupación por los problemas de la educación, siempre presto a luchar para que las conquistas fueran en beneficio de sus compueblanos.

Se luchaba y se emprendían acciones que fueran beneficiosas para Bonao, y esas gamas de preocupaciones, las compartíamos con otros dos amigos, Víctor Jiménez y Víctor César Rosario, también llamados por el Señor, y que en su momento logramos aglutinar esfuerzos para acciones muy puntuales, que incidieron en el beneficio de una comunidad que siempre ha necesitado el esfuerzo de sus mejores munícipes.

Se luchaba por lo mejor para Bonao, y nuestras acciones tuvieron como meta lograr el avance de la comunidad, elevando sus valores humanos que fueran artífices de su destino.

Gilberto se consagró al servicio comunitario e ingresó al Club de Leones, desde donde inundó con su entusiasmo las actividades más diversas, alcanzando las posiciones más cimeras, que lo llevaron a proyectarse por el leonismo del Cibao, logrando el aprecio de los leones de los demás clubes cibaeños, que muchas veces quisieron proyectarlo a los cargos más importantes de la organización.

Su trabajo intenso lo impuso en otras actividades, tanto en la extensión de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en Bonao, como en la Junta Central Electoral, de la cual fue delegado en los Estados Unidos, donde finalmente se radicó para luego hacerle frente a la enfermedad que lo llevó a la tumba.

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