Siendo como es, franciscano, fray José María Guerrero es pobrísimo de cosas materiales. Él necesita poco, y lo poco que necesita lo necesita muy poco. Por no necesitar, todo lo que consigue en sus peticiones es canalizado hacia quienes más lo necesitan: niños, ancianos, hombres y mujeres pobres de solemnidad.
Pero desde la Fundación Futuro Cierto, que preside, busca que los más pobres sean los primeros en recibir casa propia, pero también busca lo que resulta actualmente más difícil: que la nación dominicana asuma que solamente ella puede resolver el grave problema de la falta de viviendas en la población pobre.
Imbuido en su sacerdocio de servicio a los más pobres, fray José comenzó sus esfuerzos en su propio barrio: “El Caliche”, Villa Duarte, un barrio convulso en extremo que ha ido acogiendo la prédica de paz de fray José y sus “hermanos pobres de San Francisco”, su congregación franciscana. En noches aciagas, por ejemplo, fray José y sus hermanos de congregación debieron salir en medio de intensos tiroteos, con el Santísimo en mano, a poner fin a violentas reyertas entre bandas rivales de Villa Duarte.
En otras ocasiones, han logrado impedir la muerte entre parejas con graves conflictos familiares.
Actualmente, la organización de fray José mantiene en El Caliche la alimentación regular de más de 300 niños cuyos padres no tienen los recursos para sustentarlos. También provee asistencia médica organizada y el suministro de medicinas a todo el que la necesite en el barrio.
Para quienes le vemos en su diario trajinar, quizás sea la actividad espiritual la que más tiempo le demanda. Aparte de los servicios religiosos normales, la asistencia a la Casa de la Anunciación, y las intervenciones en Tele Vida (Canal 41), fray José asiste diariamente a decenas de personas necesitadas de soporte espiritual, bendice individualmente con la oración de San Francisco de Asís a cerca de 40 personas al día, asiste personalmente a la atención de personas en trance espiritual de difícil manejo, acude a todo enfermo que requiere de su presencia sanadora, orienta a jóvenes en situaciones de conflicto familiar, y todo en una secuencia de tiempo que regularmente le resta para reparar en sí mismo y en su humana constitución.
Para agilizar su trabajo de servicio, fray José adoptó transportarse utilizando una motocicleta conducida por un joven de toda su confianza, aunque con medidas de seguridad que siempre resultan precarias en el riesgoso “campo a través” de nuestra ciudad.
Su máxima aspiración es convencer a diez millones de dominicanos y dominicanas, en el país o fuera de éste, de que solamente su contribución, cual sea su condición, puede llevar a la República por el Siglo de la Redención que nos ha tocado transitar.