Un homenaje a Doña Esperanza León

Un homenaje a Doña Esperanza León

Mamá, Boyi, Doña Epe, Mama Epe, Esperanzita, Mami, Pancha… Eran muestras de cariño asignadas por muchos a quien por toda una vida representó al hombre y a la mujer cabeza de nuestro hogar.

Al llegar cada Día de las Madres, cada año y en silencio, viene a mi memoria el recuerdo vivo de los momentos más dulces de mi niñez en Santiago y, ¿por qué no?, de los encuentros de rigor requeridos por cada espontánea travesura.

En un ambiente entre las tías-abuelas Mercedes y Trina León Jimenes, Mamá siempre estuvo para nosotros (mis hermanas Hilda, Carmencita y yo), con esa cualidad de cariño universal que se particulariza al tocar directamente a cada hijo en este mundo-. Predominaba, a diario, un ambiente marcado por la ausencia de ella en sus naturales horas de trabajo en La Aurora, manifestando su responsabilidad y sembrando en cada uno de nosotros ese espíritu de lucha y responsabilidad como sólo lo puede hacer una madre.

Recuerdo una vez, cuando en la fábrica de cigarros no había para pagar la nómina a los obreros y a ella le tocó gestionar el monto requerido en el banco; ¡cuántas lágrimas ocultas para sacar a los demás a flote! Pero, muchas de esas cosas se han olvidado, inclusive en el testimonio impreso del récord de familia exhibido cada día.

“Herminio, no inventes tanto… con lo que fuñes te pareces demasiado a tu tío Herminio”… “Herminio, ¡no te comas esos chocolates que te vas a empachar!”…. “Ve donde Antonio (Bojos) que te quiere ver por allᔅ eran sus expresiones cuando transgredía sus dictámenes. Siempre humilde y recta, ¡pero alegre!

Para entonces, ¡un paseo al río Yaque era lo máximo! Una vez al mes nos montaba en una guagua, previamente contratada, y éramos testigos del mejor espaguetti con pan jamás saboreado. Un chapuzón y luego de nuevo a casa… llenos, mojados y contentos. Era una reafirmación de que aquella alegría que siempre transmitías en tus fiestas en el Country en compañía de Tía Sister y demás amigas. No en balde, muchos años después tu gran amiga doña René Klang de Guzmán te capturó para iniciar aquellos trabajos tan importantes en CONANI; te lo cogiste a pecho, y cuán orgullosos nos hiciste sentir a todos. Hoy, Carmen Rosa –mi esposa y tu compañera de caminatas- mis hermanas, tus nietos y bisnietos te recuerdan con mucho cariño. Estas líneas te las quiero regalar en tu día, como homenaje a los tantos artículos que publicaste en los diarios de circulación nacional y en El Leoncito, siempre de la mano de Don Rafael Herrera, a quien llamabas tu maestro.

¡Feliz día de las Madres, para ti y todas las madres!

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