Un homenaje distinto y plural a la Casa Tradicional Dominicana

Un homenaje distinto y plural a la Casa Tradicional Dominicana

La iniciativa de Verónica Sención tiene una extraordinaria importancia. No solamente es una idea creativa que asocia la pintura a la arquitectura vernácula en una forma inesperada, sino que puede alcanzar consecuencias que su misma autora no vislumbraba. La incansable animadora cultural solicitó a artistas dominicanos señalar cuales colores ellos aconsejaban para que casas tradicionales, escogidas por distintos motivos, recobrasen el frescor y una belleza a la cual aparentemente habían renunciado. Así se hizo exitosamente, y las viviendas, repintadas, hoy lucen una cara nueva.

Más allá de sus consejos, que se respetaron y se concretaron a la perfección, los pintores debían plasmar “sus” casas respectivas, una vez remozadas. No sería la mera transferencia de un modelo, sino una interpretación personal según sus propios estilos. Luego, las obras pasarían a otra expresión artística, la serigrafía, permitiendo multiplicar una colección única… Además un calendario, reproduciendo los originales, las difundirá ampliamente. Todo esto también se ha logrado.

El proyecto ha triunfado gracias a una cooperación plural. Pinturas Tropical actuó como mecenas, asumiendo la pintura y cualquier acondicionamiento adicional, así como tomó a su cargo los demás aspectos del proyecto. La Oficina del Patrimonio Cultural comunicó informaciones y autorizaciones necesarias. Los actuales ocupantes –instituciones o particulares- de las casas dieron su acuerdo. Intelectuales, arquitectos e ingenieros, fueron otros contactos indispensables. Y por supuesto hubo la respuesta de los artistas, que trabajaron con entusiasmo y puntualidad. Tampoco olvidaremos mencionar al “pintor de brocha gorda”, de consumado oficio y respetuosa ejecución de las propuestas.

Consideramos esa labor y atención mancomunada, un ejemplo a seguir. A menudo, lamentamos el individualismo del medio cultural y artístico especialmente. Si hay una motivación certera y una coordinación eficiente, la indiferencia se sustituye por la voluntad conjunta y los mejores resultados, Este homenaje al arte y a la casa tradicional dominicana es fehaciente de nuestra afirmación.

[b]Una selección encomiable[/b]

Ahora bien, quisiéramos subrayar un aspecto fundamental más, que tal vez no se había tomado en cuenta: es el rescate y protección de la arquitectura vernácula nacional. Desde hace décadas, se ha ido emprendiendo una tarea compleja y encomiable, de preservación y restauración de las edificaciones coloniales, impidiendo su destrucción y transformaciones lesivas para su identidad. Sin embargo no ha sucedido lo mismo para la arquitectura doméstica, posterior a la Independencia, especialmente para construcciones del siglo XX y las casas más humildes. El triste deterioro de Gazcue en Santo Domingo y la desaparición sigilosa de viejas casonas en Santiago atestiguan esa desatención a la arquitectura criolla, si no posee una nobleza plurisecular.

Las casas seleccionadas por el presente proyecto ofrecen un amplio abanico de fechas de construcción y clases de hábitat, desde mansiones históricas y derivadas de la arquitectura hispánica –que suelen formar parte de las edificaciones “salvadas”- hasta viviendas simplemente viejas y/o costosas de reparar para sus actuales propietarios. Pueden encubrir remodelaciones sucesivas, y una vivienda es aun de diseño reciente. Sus inquilinos o propietarios muestran igualmente una singular diversidad, a pesar de que, entre las destinaciones de las residencias, predomina casi exclusivamente la función de museo o de centro cultural.

Estas casas ya son privilegiadas y en principio su porvenir está asegurado. Pero… cuántas similares no están amenazadas de desaparición, semi derruidas, o pesimamente mantenidas por carencia de medios. El hecho de que doce edificaciones escapen a una suerte impredecible, puede contribuir a crear o mejorar la consciencia, tanto en el sector privado como en el sector público. Las utopías se permiten… y con una cruzada de salvación de la casa tradicional dominicana se declararía la bienvenida.

Hay para ello una razón primordial, la de conservar un estilo, una impronta, un carácter, en el hábitat local, siempre que sea posible. Cada una de las casas se destaca por su identidad dominicana y caribeña, signos y símbolos relacionados con factores climáticos y geográficos, que volvemos a encontrar con deleite en las islas de la región.

Si los materiales difieren, tanto para los techos –cubiertas de zinc, tejas, o platos de concreto- como para los muros – madera, bloques, ladrillos, pañetes rústicos u hormigón- y los pisos – tabloncillos, cemento, mosaicos-, si algunas se distinguen por detalles y adornos, tipo “gingerbread”, frisos, fantasías geométricas, balcones y balaustres, si las dimensiones varían, todas reflejan un espacio de vida, un lugar que invita al reposo y a la intimidad…

Las más antiguas constan de patios interiores, esenciales para la ventilación, el resguardo y una atmósfera propia. Las construcciones republicanas y posteriores gustan de una galería, elemento de transición entre la calle y el espacio privado, para ver, charlar y “coger fresco”. Imponentes, modestas o humildes, independientemente de sus edades y ubicaciones en la capital o la provincia, las casas, todas, requerían que sus techumbres y fachadas se pintaran de nuevo. Y, opción interesante, fueron los doce artistas mismos que determinaron colores y tonos, según la “paleta” de Pinturas Tropical.

El resultado muestra una gran calidad, tanto en el repertorio policromado, que confiere a cada casa encanto y revitalización, como a las obras pintadas, denotativas del temperamento y la factura de los distintos autores. No comprobamos desbordamientos ni estridencias, sino una respetuosa modernización del colorido, que tuvo en cuenta la historia y las características de la arquitectura. Se evidenció que artistas, habitualmente alejados del paisajismo y de los encargos, se apasionaron por el tema y la colaboración solicitada. Más que un ejercicio, se volvió una gran experiencia…

[b]Casas en la Capital[/b]

Como denominador común, señalaremos que la mayoría de los artistas escogieron tonalidades más cálidas o contrastadas que las originales, con un concepto de franca revitalización de las fachadas. En primer lugar, esa preferencia surgía de la creatividad, dejando la impronta del colorista, a menudo con resultados felices. Luego, las obras pictóricas todavía alzaron más el tono, transmitiendo la personalidad de los autores, siendo algunos reservados otros exuberantes.

Podíamos suponer que Cándido Bidó iba a conferir a la señorial Casa de las Academias “su” azul como gama dominante. A manera de una composición musical, la pintura exaltó los acordes cromáticos, y el sol, como ente protector y vigilante, ilumina, entre nubosidades puntillistas, una fachada ritmada, tratada en perspectiva, a la vez intensa y serenamente.

José Rotellini interpretó la Casa de Duarte en escultor, destacando las líneas rectas. Adoptó el blanco colonial, acorde con la arquitectura de época, y la depuración de la obra transmite la pureza espiritual del Procer. He aquí una simbiosis de geometría y figuración, un constructivismo aplicado, que invita a ese maestro de la tercera dimensión a seguir pintando.

Otra casa de alta significación histórica es la de Salomé Ureña. Nos agrada que haya sido atribuida a Aquiles Azar, que compuso una refinada armonía de tonalidades pastel, evocadoras de una personalidad femenina. Al mismo tiempo, su destacada representación de la morada proyecta sensibilidad y firmeza, a imagen de la poeta y educadora.

Fernando Ureña sitúa físicamente la Casa de Pedro Mir en la misma trayectoria del sol, según el célebre verso de “Hay un país en el mundo”. Un rayo luminoso atraviesa la fachada, dando un toque singular a la fachada Art Deco. Poeta él mismo, el artista ha gestado un “soneto” pictórico, expresivo y expresionista, que brota de una atmósfera casi mística.

En la Casa de Silvano Lora, el arte triunfa. Sede de la Fundación de un artista altruista y concebida para difundir la cultura, ha sido confiada a una gran creadora y amiga de Silvano, Soucy de Pellerano. Un hondo respeto se manifiesta en la elección de colores y la versión plástica de esa mansión antigua. Nuestra“gran maga” la presenta como un cofre que encierra tesoros.

La Casa de la Sociedad Secreta La Trinitaria evoca, desde su arquitectura, el paso de la época colonial a la República. Tony Capellán le ha dado alegría, la ha tropicalizado, la ha pintado cual una expresión de nuestra naturaleza. Más que una construcción, la sentimos una metáfora de la vida, auténtica y joven, en movimiento perenne, cargada de energía y mensajes.

La parte del Instituto Duartiano, pintada por Marianela Jiménez, posee una importancia sobresaliente para la historia nacional y sus testimonios invaluables. Ha permitido a esa maestra del paisaje desplegar su talento admirable de dibujante, colorista y tonista – un calficativo de Van Gogh-: su cuadro es un modelo de oficio, solidez y coherencia estilística.

[b]Casas en la provincia[/b]

De Santo Domingo viajamos a la provincia, donde tantas casas tradicionales, pobres, modestas o más acaudaladas, dignas siempre, deberían ser objetos de una sistemática preservación.

En Puerto Plata está la Casa Padre Castellanos, ejemplo de arquitectura victoriana de estructura a detalles, orgullo de los sucesivos dueños. Inés Tolentino la interpretó en un díptico muy personal, antes y después, senalando los colores para el repinte. Volviendo la casa cuadro dentro del cuadro, la hizo objeto de “sus” oraciones favoritas, en homenaje al Parroco.

Bellísima y distinguida es, en La Vega, la Casa de la Familia Hernando de la Mota. Las modificaciones arquitectónicas supieron preservar su carácter solariego. A Alberto Bass fue atribuida la responsabilidad artística de esa edificación patrimonial.La trató con el talento y el apreció particulares, que demuestra pintando casas típicas de la idiosincrasia dominicana.

La Casa Club Rotario de Tamboril es un centro de cultura y recuerdos, herencia arquitectónica que auna tradición y discreta modernidad.. José Cestero se entusiasmó por la propuesta y la recreó con su estilo inconfundible, donde la sensbilidad y el dominio se juntan. Y la casona está habitada por los fantasmas que siempre pueblan la obra del maestro

Ciertamente, la casa seleccionada más actual se sitúa en Samaná: pertenece a la familia de Rubel Salomón, medallista de oro en los Juegos Panamericanos Aquí, el artista Julián Amado jugó un papel primordial, transformando gracias al color una vivienda banal, exaltando volúmenes, dándole carácter, ejecutando además una pintura cálida y personal.

En San Pedro de Macorís, la Casa de Teófilus Chivertón, fundador de los Guloyas, constituye una muestra relevante de arquitectura popular, que encontramos en todo el Caribe. Su selección se justifica plenamente, y Elsa Núñez la convirtió en sueño de carnaval: una obra festiva, alta en colores, verdadera alegoría de la contribución guloya a la cultura dominicana.

Dijo el famoso poeta romántico Alfonso de Lamartine: “No me gustan las casas nuevas, las antiguas parecen viudas que recuerdan llorando”. No cabe duda de que las doce casas y casonas viejas, renovadas gracias a la iniciativa de Verónica Sención, a la generosidad de un joven mecena empresarial y a la colaboración de los pintores, ya no sienten ni inspiran pena…tantas cualidades dan fe además en el altruismo, la inteligencia y el aporte siempre valioso del dominicano a las mejores causas.

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