¡Un hurra a senadores y diputados!

¡Un hurra a senadores y diputados!

HUGO TOLENTINO DIPP
La decisión de los diputados y senadores de la República reiterando su consentimiento al impuesto al consumo de sirope de maíz tiene una profunda significación, por cuanto evidencia la decisión del Poder Legislativo de actuar con plena independencia y al margen de intereses políticos coyunturales en el conocimiento de los proyectos de leyes que redunden en beneficio de los dominicanos.

Creo, pues, firmemente, que la actitud de diputados y senadores, debería hacer reflexionar a muchos dirigentes de partidos, que sin hacer un análisis ponderado de las repercusiones económicas y políticas de ese impuesto, pretendieron torcer el rumbo de la voluntad mayoritaria. Me parece que esa actitud respondió a criterios y cálculos emparentados con no pocas decisiones del pasado cuyos resultados, por lo contraproducentes, debieron servir de experiencia ejemplar. No son las zalemas, los gestos y decires obsequiosos los que nos pueden allegar el apoyo de quienes consideramos nuestros aliados mayores, sino la verdad y la defensa seria y argumentada de las conveniencias nacionales.

Es sin ningún rubor que a la dignidad y al interés generales algunos oponen el temor a perder el favor del gobierno norteamericano. Me resigno a creer en ese humillante determinismo. En un artículo publicado en días pasados en este diario, refiriéndome a este mismo asunto, expresé que con los Estados Unidos de Norteamérica se puede negociar, discutir seriamente, razonar en defensa de nuestros puntos de vista y hasta convencer… Estoy seguro de que los negociadores norteamericanos aprecian con mayor respeto a quienes son capaces de franqueza y verdad y no a aquellos que a sabiendas del daño que puede causar la obsecuencia temerosa se inclinan ante cualquier exigencia.

A propósito de esto último se debe recordar que en las rondas que se sucedieron antes de la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos se excluyó, con la anuencia de los negociadores norteamericanos, el azúcar de caña, bajo el criterio de que ese tema sería discutido en la OMC. Esta decisión coincidía de manera coherente con la posición acordada entre americanos y europeos sobre el problema de los subsidios agrícolas. De allí que haya resultado alarmante la introducción del tema en dicho Tratado.

No siendo yo ni mucho menos un especialista en estos asuntos, mucho agradecería a los economistas dominicanos que aclararan, sin resquicios para dudas, la verdadera significación económica y frente al TLC de la aprobación del impuesto al sirope de maíz. Debo confesar que esa aclaración no la quiero para mí, convencido como estoy de la bondad de esa medida, sino para muchos dominicanos a quienes se les ha contagiado el temor al vecino grande.

Digo esto, porque estoy convencido de la bondad de esa medida en virtud de haber leído, en este mismo diario de fecha 21 de septiembre, algunos razonamientos de Luis Manuel Piantini refutando los criterios de Adozona, los cuales vale la pena transcribir. Expresa el distinguido economista: «No entendemos por qué un impuesto al consumo interno pueda afectar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de Norteamérica, puesto que como se señaló, este es un impuesto interno, que no penaliza solamente a los productos extranjeros sino también a los nacionales, además, el citado Tratado no ha sido colocado en agenda para ser conocido por el Congreso de ese país, y aquí ya lo queremos aprobar, sin saber si va a ser objeto de revisión antes de su colocación, y si al final el mismo sería aprobado, ya que su aprobación o rechazo es una potestad del Congreso de ese país, como también del nuestro».

Luis Manuel Piantini pone en su trabajo el ejemplo de México a propósito del TLC de este país con los Estados Unidos de Norteamérica y explica: «El 1º de enero del 2002, México, que tiene un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos desde la pasada década introdujo dos impuestos de 20% cada uno (40% en total) sobre las bebidas en específico, la distribución de refrescos y otras bebidas para los que se utilice cualquier edulcorante distinto del azúcar de caña. Los Estados Unidos de América que defiende los intereses de sus productores de maíz con subsidios por valor de unos 6,000 millones de dólares anuales no ha denunciado dicho Tratado, sino que ha solicitado al órgano de Solución de Diferencias de la OMC que establezca un grupo especial, para que examine estos impuestos y determine si los mismos son violatorios al artículo III del Gatt de 1994».

¿Y entonces? ¿Se puede apreciar como serio y digno que se esté hablando de enviar una ley a fin de que el Congreso Nacional se desdiga así por así de una medida por demás beneficiosa para un amplísimo sector productivo? Lo que daría al país la certeza de tener un Poder Ejecutivo que defiende el interés nacional sería dirigirse al organismo pertinente de la OMC y reiterar las razones que avalan el derecho a proceder como lo ha hecho nuestro Congreso Nacional.

De todos modos, estoy seguro que de enviarse al Congreso Nacional dicho proyecto de ley, diputados y Senadores reafirmarán su patriótico talante.

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