Un ideario desperdiciado

Un ideario desperdiciado

Este día, en que conmemoramos el 191 aniversario del nacimiento del prócer Juan Pablo Duarte, es propicio para pasar balance a todo cuanto hemos hecho con el ideario patriótico y dominicanista que él nos legara y que estaba concebido no sólo para librarnos del yugo haitiano de entonces, sino que, además, para que preserváramos y fortaleciéramos esa condición.

Hay que recordar que Duarte, quien nació el 26 de enero de 1813, muy temprano en su vida se vió arropado por aquellos acontecimientos que sometieron al país al dominio haitiano, y aún cuando a los 15 años de edad debió embarcarse para viajar por Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania y España, tuvo como permanente compañero el principio de una nacionalidad para entonces clandestina y el ideal de ayudar a su pueblo a salir del dominio extranjero.

Es probable que Duarte haya tenido la oportunidad que no han tenido muchos, pues para conocer, por ejemplo, la ebullición que existía en Europa, sobre todo los efectos de la Revolución Francesa, era necesario adentrarse en los escenarios de los acontecimientos. Y puede ser a la inversa, que la grandísima oportunidad la hayamos tenido los que vivimos en estos tiempos, en que son los hechos los que vienen a nosotros con todos sus detalles, a través de las modernas comunicaciones. Sea como haya sido, Duarte se empapó de esos acontecimientos, de esas luchas, y concibió aquel ideario, aquellos principios, que le sirvieron de estatuto de vida y que no vaciló en aplicar una vez que regresó al país.

El resto de la historia fue de lucha constante, de organizar la resistencia y crearle principios y estatuto, y asignarle el nombre que identificó a la sociedad secreta La Trinitaria.

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En estos tiempos la dominación de un país sobre otro se da preferentemente en otros términos, y si en los tiempos de Duarte la ocupación y la invasión fueron la regla, hoy son excepción. Las reglas de mercado, las políticas neoliberales, el fomento del endeudamiento a través del crédito «blando» y otros métodos sirven para dominar con más efectividad que la ocupación y subyugan por igual la libertad.

Asombrosamente, el ideario de Duarte sigue teniendo toda su vigencia en estos tiempos y de haberlos tenido en cuenta, no anduviéramos ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) ni pidiéndole que interceda ante el Club de París para que nos otorgue una moratoria de dos años por no poder honrar nuestros compromisos.

Tampoco estuviésemos siendo víctimas de la invasión haitiana que hoy padecemos, sino que hubiésemos reglamentado su presencia y estada.

Por no haber tenido presentes los principios del ideario de Duarte es que hemos llegado a la de devaluación monetaria y moral, pues nunca como ahora estuvo pisoteada la solemnidad del poder y la política.

No hay duda de que hemos desperdiciado mucho de este ideario que ha debido ser un estatuto de consulta y aplicación permanentes, para resguardar la independencia de todos aquellos valores que dan carácter a la vida republicana.

Sería de gran utilidad seguirle los pasos a quienes desde la Universidad Autónoma de Santo Domingo están promoviendo el rescate del ideario de Duarte, no para conmemorar su natalicio cada año, sino como el recetario para la cura de todos los males que nos agobian en estos tiempos de tantas devaluaciones en términos de moralidad y civismo. Aún estamos a tiempo de retomar tanto ideario desperdiciado.

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