Un impostor me escribe otra carta

Un impostor me escribe otra carta

Un hombre que imposiblemente me dice que es Íñigo Montoya (je, je, je…) me ha escrito esta carta cuyo desciframiento dejo al discernimiento de mis lectores:

“Estimado periodista: Cuando los hombres y mujeres que constituirían la comunidad de ciudades-estados griegos comenzaron a arribar a esa parte del mundo procedentes de Europa, unos dos milenios antes de Cristo, sus limitaciones eran tantas que hasta carecían de una palabra para designar el mar, pues nunca habían visto ninguna extensión de agua mayor que el río Danubio.

Con el paso de los siglos y el pulimento de su cultura, no sólo incorporaron nuevas voces a su lenguaje, sino que a los griegos se les reputa como los padres de la democracia. La polis, o ciudad, fue el asiento fundamental de lo que devendría en la cultura occidental.

Tan sólo mil quinientos años tras arribar las primeras tribus que conformarían la civilización helénica, en las polis se había arribado a tal grado de sofisticación que ya existían el agiotaje (en sus tres acepciones), cultos religiosos públicos y de carácter oficial, y la esclavitud.

El siglo quinto antes de Cristo fue notable por la gran bonanza económica de la mayoría de las ciudades-estados.

Los esclavos contribuían a ese bienestar realizando la mayoría de las labores domésticas.

Una excepción significativa era la labor de minado de la plata, una de las pocas tareas pesadas a cargo de los esclavos.

Los esclavos atenienses eran tratados con extrema humanidad y eran muy raros los casos de maltratos o desconsideración a su dignidad personal.

Que la democracia floreciera junto al esclavismo no preocupó mucho a los historiadores y otros académicos hasta después de Abraham Lincoln, unos 24 siglos después”.

“La práctica de esclavizar al prójimo no resultaba para nada escandalosa en aquellos tiempos. De hecho, la estigmatización de la esclavitud es un fenómeno relativamente reciente.

En el Deuteronomio ya se adivina que sólo el amor libera de la esclavitud personal y que la humillación posee, extrañamente, igual poderoso efecto. De modo que poco menos de medio milenio antes de Cristo, tanto los monoteístas levitas, por no decir todas las tribus de Israel, como los griegos, con deidades diversas y una cosmogonía afortunadamente comentada por Hesíodo y Platón, coincidían en que la esclavitud constituía un regalo divino, un don”.

¿Qué caray me habrá querido decir este desfachatado impostor?

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