Un inicio que duele

Un inicio que duele

MARIEN A. CAPITÁN
Ayer en la tarde, al llegar a casa, descubrí que la ilusión era efímera. Aquello de un país iluminado, en el que se respiraba un ambiente de aparente alegría y conformidad, sólo era un vestigio de aquello que llamamos Navidad. Y hablar de vestigio es reconocer que este año todo fue diferente. Aunque contentos, los dominicanos mostramos que hemos perdido una parte de esa pasión, de ese “brillo” y de esa ensoñación que nos envolvía en estas fechas. Quizás, por aquello de las preocupaciones y la necesidad de ser bastante más austeros que antes, hemos tenido que aprender a celebrar de forma más prudente y controlada.

Amén de los instantes tristes que muchos tuvieron que vivir de antemano, la llegada de enero marcó el fin de una era: se acabó la placentera luna de miel que nos permitía disfrutar de muchas “concesiones”.

Aunque estoy consciente de que tenemos que replantearnos muchas cosas a partir de ahora, no deja de indignarme el que la tenebrosa oscuridad y la fétida basura vuelvan a ser protagonistas de nuestros días.  No las había olvidado, sabía que regresarían, pero me lastima ver qué tan rápido nos quitan la luz y la limpieza, dos cosas que pagamos y a las que tenemos derecho.

Privarnos de los servicios no será, sin embargo, nuestra única tragedia. Tendremos que enfrentar los efectos de la firma con el Fondo Monetario Internacional, de las fluctuaciones de la tasa de cambio, de las pérdidas de los cultivos en el interior del país y, claro está, de la olla post navideña.

He querido creer en el año de la recuperación que propone el presidente Leonel Fernández. Ahora bien, ¿cómo recuperarse cuando no se han tomado medidas para controlar efectivamente la economía? Si la prima está más o menos tranquila, cotizándose cerca de los treinta pesos, no es porque el gobierno haya hecho nada: la “confianza”, vestida de una oportunidad que le han dado al Presidente los que controlan el mercado cambiario, se puede romper en cualquier momento.

Tenemos que recordar que la tasa siempre sube después de enero, que es cuando se reactivan todas las actividades económicas y comerciales, cuando se reponen los inventarios y, además, cuando escasea el flujo de dólares.

Espero, porque todos necesitamos que nuestros bolsillos respiren un poco, que el gobierno realmente logre controlar todos los hilos económicos y logre que tengamos un bienestar real. Nuestro país, casi por tradición, sólo vive momentos de bonanza cuando la economía se cubre con una burbuja; es decir, cuando se esconden los males debajo de la alfombra.

Tomar préstamos alegres, hacer que el circulante fluya libremente y controlar ficticiamente la prima siempre han sido soluciones momentáneas que a la larga terminan pagándose muy caras.

Por eso los que forman parte del aparato gubernamental tienen que hacer las cosas de forma diferente, olvidando el clientelismo, la política barata y el afán de agradar a unos cuantos. También tienen que tomar decisiones sopesadas, concensuadas y  con visión de futuro. Midan las consecuencias, por favor, para que de verdad podamos tener cierta tranquilidad. Además, porque no podemos dejar de decirlo, controlen la corrupción, el nepotismo y la ambición desmedida que llevan a muchos funcionarios a equivocarse.

El presidente Fernández tiene una gran oportunidad en sus manos: puede consagrarse, si hace un buen gobierno y resuelve los principales problemas que nos aquejan, en los anales de la historia. Su segunda oportunidad, de oro, podría catapultarlo como el mandatario que sacó a este país del hoyo en el que lo hundió Hipólito Mejía.

m.capitan@hoy.com.do

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